La evolución de la fe

Testimonio del transcriptor de 22/02/2020

Contenidos:
-         La fe ciega.
-         La fe que se basa en la razón.
-         Aprendizaje progresivo y adecuado a cada persona.
-         El uso práctico.
-         Cuando la sabiduría de otros no es suficiente.
-         La base de experiencia vital que nos permite “ser”.
-         Alcanzar lo que sería imposible cuando somos desconfiados.
-         Los cambios a través de la fe. La evolución cuántica.
-         El cambio instantáneo en nuestra conciencia.
-         La evolución transcendental en nuestra consciencia.
-         Convertirse en apóstoles de la fe.
-         Inocuos como palomas y prudentes como serpientes.
-         La confianza en el apoyo de los seres que están alineados con Dios.
-         Nuestro valor es mínimo.
-         Nunca seremos capaces de llegar al máximo de sabiduría.
-         Podemos ser los equivocados y aprender de nuestros errores.

Hay personas que tienen una fe ciega en determinadas doctrinas. La fe ciega tiene el inconveniente de que no incluye la razón a la hora de poder entenderla. Por lo tanto, cualquier error no será tenido en cuenta, será incluso justificado y será asumido como norma inapelable. Este tipo de fe, que se ha ido practicando a lo largo de la historia, y todavía en la actualidad, puede derivar en graves problemas personales y sociales, pudiendo ser expuestos los creyentes a la manipulación, ya sea voluntaria o involuntaria, de los líderes religiosos, políticos, etc.

La fe que se basa en la razón encuentra un campo completamente libre para poder entender la esencia de las cosas. Es un camino amplio, ancho, pero implica un esfuerzo personal para poder comprender cada cuestión, en lugar del camino cómodo de creer sin analizar ni experimentar.

Sin un proceso de aprendizaje, nada se puede entender, y por eso es tan importante asimilar la información de un modo progresivo y adecuado a cada persona, evitando totalmente la obsesión por comprenderlo todo enseguida, y centrándose en el uso práctico que puede tener para la vida cotidiana cada uno de los fragmentos de sabiduría que se van adquiriendo a lo largo de toda la vida.

Hay un momento en la evolución de la fe en la que la sabiduría aprendida de otros no es suficiente. Cuando se han desarrollado las bases firmes del conocimiento, para poder llegar más allá es necesario comprender que la continuación en el progreso de una parte del conocimiento solo puede partir de nosotros mismos. La investigación externa hay momentos en los que acaba temporalmente, y es necesario un proceso de análisis y estudio interior y personal para poder asimilar esta información que hemos acumulado con el estudio externo, con la experiencia propia y ajena, y con la meditación personal. De ese modo se crea en nosotros una base de experiencia vital que nos permite “ser”, en lugar de solo “saber”, pudiendo expresarnos a través de nosotros mismos, de nuestro interior, y no a través de las palabras ajenas.

Y toda esa fe es la que nos permite avanzar con una potente luz de apoyo, con ojos abiertos y luces largas, por el oscuro sendero de todo lo que ignoramos. Nos permite alcanzar lo que sería imposible cuando somos desconfiados. Recuerdo cuando me tiré desde un trampolín, el más alto de la piscina. El profesor se puso sobre él y dijo: “esto es muy fácil, lo único que hay que hacer es estirar los brazos, cerrar los puños, mantener la cabeza entre los brazos, inclinar el cuerpo hacia delante manteniéndolo recto y dejarse caer, de modo que se entra directamente de cabeza en el agua”, lanzándose a continuación. Solamente dos alumnos nos atrevimos a repetirlo. Cuando yo subí al trampolín y miré el fondo de la piscina, lo vi tan lejano como si fuese el centro de la Tierra. Pero mantuve la fe, la confianza, porque lo vi actuar y entendí que, si él lo pudo hacer, y si me dio las instrucciones de cómo había que hacerlo, yo también sería capaz. Por tanto, repetí las indicaciones y entré perfectamente en el agua. Y sobreviví. Por eso puedo escribir estas líneas.

Así ocurre igualmente con cualquier cosa de la vida, y en el ámbito del progreso moral y espiritual, los cambios a través de la fe pueden ser tremendamente rápidos, eso que yo denomino “evolución cuántica”. Y es que, en el momento en que comprendemos y tenemos fe para seguir la doctrina marcada por seres en los que confiamos, ya sean físicos o espirituales, imitar sus pasos y consejos es saltar en un modo instantáneo a los siguientes niveles de evolución moral y espiritual.

Y esta fe, esta confianza, nos da la llave para acceder a un progreso difícilmente comprendido hasta ahora, porque el cambio se produce de forma instantánea en nuestra conciencia, y además se experimenta una evolución transcendental en nuestra consciencia (con “S”), de modo que somos capaces de comprender de un modo claro y sin fisuras el proceso, de tal manera que muchas de las personas están en condiciones de convertirse en apóstoles de la fe, porque son capaces de explicar sus propias experiencias con todo el respeto hacia las intenciones de las personas, siendo inocuos como palomas, para actuar siempre sin molestar y sin producir ningún tipo de rechazo; y prudentes como serpientes, para encontrar el momento oportuno para poder trasladar esta sabiduría experiencial a los demás.

Que todas las enseñanzas que compartamos estén basada en la confianza de que los seres que están alineados con Dios, con la verdad, la belleza y la bondad, nos apoyarán en todo momento, y con la humildad de que nuestro valor es mínimo, porque solo seremos transmisores de esas verdades que están en permanente evolución, y que nunca seremos capaces de llegar al máximo de sabiduría, sino que estamos en un proceso de aprendizaje eterno, y que toda discrepancia la escucharemos con gran atención, interés y amor, porque nosotros podemos ser los equivocados y aprender de nuestros errores, pudiendo llegar a un mayor aprendizaje de todo lo compartido.

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