Las discusiones, los debates y el diálogo constructivo

Comunicación realizada el 04/02/2020 (adaptación para comunicado público)

Contenidos:
-         Las relaciones humanas y el intercambio de opiniones.
-         El fundamento esencial del aprendizaje.
-         La pugna por tener la razón y el miedo de perder.
-         Los argumentos y razones.
-         ¿De qué lado está la verdad?
-         Aprendizaje evolutivo VS. lucha para hacer vencer nuestras razones.
-         Podemos cambiar en un proceso instantáneo.
-         Decisión y atención.
-         Preguntas que son enseñanzas en sí mismas.
-         Busca la amorosa tolerancia.
-         La oportunidad de entrenar vuestra capacidad de amor.
-         Cuando tú cambias, todo cambia.
-         Influir positivamente.
-         Cuando los argumentos de la otra persona sean acertados.
-         Nunca ha habido una persona que siempre tuviese razón.
-         Abramos los ojos ante la verdad, la duda o el error.
-         Quien no asume la posibilidad de cambios en su vida jamás podrá evolucionar.

En todas las relaciones humanas hay intercambio de opiniones que, junto con la experiencia bien aprovechada y la meditación-interiorización, son el fundamento esencial del aprendizaje. Si nuestras opiniones difieren de las de los demás los denominamos habitualmente debates o discusiones. En estos casos hay una pugna por tener la razón, y cuando hay enfrentamiento, nace el miedo de perder, por lo que no puede haber amor. Para ello, nuestra mente utiliza como armas todo tipo de argumentos, de razones, ya sean ciertos o falsos en nuestra realidad actual, y las emociones que se construyen con ellas nos guían de acuerdo con ese objetivo marcado.

Pero la realidad, la verdad, no siempre está de nuestro lado, pero en nuestra obsesión por querer tener la razón, solamente vemos nuestros argumentos, y los del contrario se analizan únicamente para intentar rebatirlos como sea en cada situación. Y, cuando nos damos cuenta, ya hemos cambiado el aprendizaje evolutivo del diálogo didáctico por la lucha para hacer vencer nuestras razones sobre las de los demás.

Así nunca encontraremos una solución correcta, un aprendizaje útil, solo será una solución acomodada a nuestro acertado o errado punto de vista inicial que, probablemente, lo podamos incluso consolidar todavía más, dada nuestra obcecación por querer tener la razón, en lugar de abrir los ojos a las opiniones de los demás, esas opiniones que tanto nos pueden enriquecer.

Pero podemos cambiar en un proceso instantáneo. Solo es cuestión de decisión y de atención. Decisión de dialogar, escuchando de un modo noble las aportaciones de los demás, presentando nuestras opiniones únicamente cuando se observa interés de los demás por escuchar. De este modo, ninguna palabra podrá colisionar, porque guiaremos la conversación por el camino de la comprensión y, en el momento en que observemos que el amor no reine en ese diálogo, debemos asumir la responsabilidad de reconducirlo o suspenderlo, porque ya os he dicho que cuando no hay amor, hay miedo.

Veamos un ejemplo, que se muestra en El Libro de Urantia, La vida de Jesús, Documento 125, 5, 8:
“Trasmitía sus enseñanzas con las preguntas que hacía. Por medio del planteamiento hábil y sutil de sus preguntas, conseguía simultáneamente desafiar sus enseñanzas y sugerir las suyas propias. En su manera de preguntar combinaba con tal encanto la sagacidad y el humor, que se hacía amar incluso por aquellos que se indignaban más o menos por su juventud. Siempre era totalmente honrado y considerado cuando efectuaba estas preguntas penetrantes. Durante esta tarde memorable en el templo, mostró su reticencia característica, confirmada en todo su ministerio público posterior, a sacar ventaja desleal de un adversario. Como adolescente, y más tarde como hombre, parecía estar completamente libre de todo deseo egoísta de ganar una discusión simplemente por el placer de triunfar sobre sus compañeros por medio de la lógica. Una sola cosa le interesaba de manera suprema: proclamar la verdad eterna y efectuar así una revelación más completa del Dios eterno”.

Recordad este episodio del gran Maestro Jesús. Hacía preguntas a los sacerdotes que eran enseñanzas en sí mismas. Aunque los demás estén cargados de orgullo, este tipo de preguntas les obligan a responder y acaban necesitando escuchar, que es el primer paso para que se mantenga el diálogo. Por tanto, ante el orgullo o la obcecación, busca la amorosa tolerancia, escucha, porque cada proyecto que se tuerce, en realidad podemos observarlo como una oportunidad para la sorpresa y para el aprendizaje. Abrid los ojos, porque tenéis la oportunidad de entrenar vuestra capacidad de amor. Haced preguntas calmadas, sonreíd. Entiende que, cuando tú cambias, todo cambia. Eso es influir positivamente en una discusión y transmutarla en diálogo.

Pero también puede ocurrir que los argumentos de la otra persona sean acertados. Detente por un momento, analiza, comprende, asume el error y agradece esa nueva enseñanza que has recibido. Nunca ha habido una persona que siempre tuviese razón, porque nuestra mente nos ciega. Abramos los ojos ante la verdad en cada momento para aprender y mejorar todo nuestro entorno y nosotros mismos, abramos los ojos ante la duda para ser capaces de discernir lo correcto de lo erróneo, abramos los ojos ante el error para probar nuestra humildad y paciencia y permitir mejorar las cosas. Quien no asume la posibilidad de cambios en su vida jamás podrá evolucionar.

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