La Terapia del Perdón. Cómo gestionar los pensamientos

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Análisis y conclusiones personales extraídas del vídeo público “Cómo gestionar los pensamientos” https://www.youtube.com/live/cq5orzSiz4Q

Autor de este análisis: Vicente Lumbreras

E-mail: vicentelumbrerasm@gmail.com

Fecha: 27/10/2024

 

Título de la publicación donde está previsto incorporar estos contenidos:

Perdonarnos, perdonar y pedir perdón

El camino para sentir paz interior, expresar amor universal y experimentar felicidad profunda

 

Nota: este texto está desarrollado de acuerdo con los contenidos sugeridos según se analizaba el vídeo de referencia y NO constituye un resumen del mismo.


La realidad la vamos comprendiendo a través de las vías de percepción de nuestros tres niveles, que tienen sus propias características, utilidad y limitaciones. El nivel físico percibe e interpreta la realidad a través de los sentidos y del instinto. El nivel mental accede a la realidad a través de su razón, de su comprensión y de sus juicios y prejuicios. El nivel espiritual observa la realidad sin filtros, tal y como es, por lo que necesita estar en la vibración del amor y de la sabiduría para poder hacerlo.

El cerebro reptiliano gestiona el instinto, el mesencéfalo o cerebro medio gestiona las emociones, y el neocórtex gestiona el pensamiento racional. Estas tres partes del cerebro desarrollan funciones claramente diferentes, pero en esta publicación voy a integrar las funciones instintivas del cerebro reptiliano con las emociones del cerebro medio, puesto que son procesos reactivos y, al parecer, no controlables en estos niveles. A esta parte la voy a denominar “nivel físico”. La última parte en la que se divide anatómicamente el cerebro es el neocórtex, desde el que podemos tomar decisiones racionales, libres y voluntarias, las cuales, aunque no pueden anular nuestros procesos instintivos y emocionales. sí que permiten gestionarlos. A esta parte de nuestra realidad la voy a denominar “nivel mental” o mente. Por último, es necesario incorporar esa parte que la ciencia no ha sido capaz de explicar todavía, pero que muchos científicos han podido verificar empíricamente a través de experiencias cercanas a la muerte, tanto propias como de sus pacientes, donde pasaron por procesos de muerte cerebral, donde las funciones del cerebro estaban completamente anuladas, y ellos seguían percibiendo todo lo que estaba ocurriendo en el lugar donde se encontraban y se podían trasladar a lugares muy distantes. Este nivel de nuestra realidad es el que se conserva y permanece cuando se produce la muerte del cuerpo físico y donde se expresan cuestiones tan fundamentales como la intuición, la creatividad, el amor y la sabiduría. A esta parte la voy a denominar “nivel espiritual” o alma.

Las circunstancias y nuestros procesos y la respuesta automática pueden inducirnos a operar desde alguno de nuestros tres niveles, que son determinantes en sentido descendente, y limitantes en sentido ascendente, por lo que el mejor criterio es realizar la gestión de la experiencia de la vida desde el nivel espiritual, ya que determina a los cuerpos mental y físico y no sufre ninguna limitación por parte de ellos.

Los procesos de los niveles físico y mental consumen energía, mientras que los procesos del nivel espiritual aportan energía.

Podemos gestionar la mente y los pensamientos desde el nivel del cuerpo espiritual cuando logramos:

-        Despolarizar. Dejar de juzgar las cosas de un modo extremo (bueno/malo, correcto/incorrecto).

-        Desmaterializar. Espiritualizarnos, dar más valor a lo espiritual que a lo material, que se traduce en dar el valor correcto a todo lo que nos ocurre y lo que existe.

-        Desvincular. Hacernos observadores externos de la mente, usándola como una herramienta, y no dejándonos que ella nos use.

Cuando gestionamos correctamente los pensamientos, la paz interior se fortalece y permitimos que el amor se manifieste, elevando nuestra vibración y creciendo espiritualmente. En otras palabras, amor y vibración son manifestaciones del espíritu y se pueden expresar cuando la mente permite su flujo, cuando no bloquea la expresión del espíritu. Esto ocurre porque los pensamientos determinan los sentimientos, y cuando pasamos por experiencias y procesos en los que tenemos sentimientos negativos, si logramos cambiar nuestros pensamientos, los sentimientos cambiarán también. Así, podemos decir “piensa bien y acertarás”.

Existen pensamientos inconscientes-neutros, inconscientes-reactivos y conscientes. Solamente en el último caso se pueden gestionar, por lo que es imprescindible activar nuestra consciencia para poder dirigir nuestros pensamientos.

Los tres niveles que forman parte de nuestra realidad, físico, mental y espiritual, influyen y se relacionan entre sí, pero no lo hacen del mismo modo ni con la misma intensidad en cada momento, ya que cada nivel puede influir en los demás de un modo diferente según las circunstancias y el grado evolutivo de cada ser, pudiendo bloquear a los otros niveles en sentido ascendente y modular en sentido descendente. Esto nos indica que solo cuando estamos instalados en el nivel espiritual podemos aportar la mejor versión de nosotros mismos. Dicho de otro modo, nuestros tres niveles son determinantes en sentido descendente, y limitantes en sentido ascendente. Por ejemplo, si estamos instalados en el nivel mental, podrá controlar el modo de expresarse el nivel físico, pero bloqueará la expresión de nivel espiritual. El nivel espiritual, cuando está consciente, determina totalmente el funcionamiento del nivel mental, y este nivel mental consciente determina el funcionamiento del nivel físico. Y un ejemplo en el que son limitantes en sentido ascendente es que, si el nivel físico (instinto y emociones) nos dirige, nos impedirá desarrollar el nivel mental (pensamientos y sentimientos), y es necesario poder controlar el nivel mental para poder empezar a desarrollar el nivel espiritual (intuición, creatividad, amor, sabiduría).

Los niveles físico y mental son herramientas que Dios pone a nuestra disposición para poder experimentar aprendizajes del alma, y la utilidad de las herramientas es para el momento en el que son necesarias. Si se emplean en otro momento, toman el control y el efecto nunca es el adecuado.

La frecuencia marca la cantidad de información que puede albergar. Así, la fibra óptica se utiliza en telefonía e Internet actualmente, porque permite unos niveles de frecuencia mucho más elevados que el cable de cobre, permitiendo transmitir mucha mayor cantidad de información. Y en el nivel de la mente humana, una mayor cantidad de información también nos permite decidir la calidad de dicha información, puesto que podemos distinguir de un modo más coherente. Por eso, cuando elevamos nuestra vibración espiritual, establecemos las condiciones para permitir que la información elevada entre a ocupar su lugar en nosotros. Podríamos compararlo con que tenemos un pequeño vaso y lo llenamos con cualquier tipo de bebida, y cuando elevamos nuestra vibración, es como si aumentase el tamaño de nuestro vaso y supiéramos elegir llenarlo solamente con bebida de buena calidad.

Cuando estamos en un nivel bajo de vibración:

-        Nuestras emociones, sentimientos y prejuicios nos limitan en la comprensión de la realidad, captando principalmente la información de menor nivel de sabiduría.

-        La intuición y la creatividad se bloquean.

-        El amor universal queda secuestrado.

-        Es difícil encontrar soluciones correctas a los problemas.

Cuando elevamos nuestra vibración:

-        Comprendemos desde un nivel mucho más elevado.

-        La intuición y la creatividad aumentan.

-        El amor universal se manifiesta gradualmente.

-        Se incrementa nuestra capacidad de solucionar problemas.

La meditación es una excelente herramienta para aprender a observar, controlar y dirigir nuestros pensamientos. Cuando se van observando los pensamientos de un modo consciente y se les deja pasar, sin dejarse llevar por ellos, estamos logrando el objetivo esencial de la meditación.

Para lograr cualquier cosa es necesaria la práctica, pero si previamente se han aprendido los conceptos teóricos necesarios, se cometerán menos errores durante la experimentación.

Tenemos tres tipos de pensamientos:

-        Los que creamos voluntaria y conscientemente. Están totalmente influidos por el entorno familiar, social y cultural que hemos vivido, pero desde nuestra voluntad consciente podemos transformarnos. Nos influyen, pero no nos determinan, porque siempre tenemos la oportunidad de poder elegir qué hacer con esos pensamientos. Y si comprendemos que a lo largo de la historia de la humanidad se ha evolucionado en todo y en todo se seguirá evolucionando, podemos concluir que toda forma de cultura y toda forma de pensamiento serán superados con el tiempo y, por tanto, son incompletos, lo cual también incluye a nuestra propia cultura y a nuestros propios pensamientos. Esta comprensión nos libera de posturas dogmáticas y nos permite comprender el infinito proceso evolutivo en el que nos encontramos todos los seres de la Creación, lo cual nos permite desarrollar la comprensión y la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, y nos abre la mente a toda nueva idea, ya que siempre es una oportunidad para evolucionar.

-        Los que nos surgen de forma espontánea. Están filtrados a través de nuestra consciencia, que decide o no controlarlos y derivarlos a nuestra conciencia, la cual está sintonizada en cada momento en una determinada frecuencia y no en otras, filtrando finalmente los pensamientos con los que nos quedamos y que nos influyen, y dejando fuera los que rechazamos. Así, una persona que esté sometida a un determinado vicio va a tener pensamientos de desearlo, y desde la inconsciencia y el automatismo, caerá una y otra vez en él, incluso aunque comprenda mentalmente que no le conviene. Pero si está consciente, dificultará que le lleguen, pero si además ha desarrollado la conciencia de rechazarlos, nada podrán influirle. En una persona liberada, aunque pudieran aparecer estos pensamientos, se rechazan de inmediato y, aunque no desaparezcan de inmediato, su consciencia seguirá los dictados de su conciencia, y no del impulso inconsciente y automático.

-        Los que nos implantan los seres espirituales para facilitarnos el cumplimiento de nuestro destino y de nuestras misiones y que, cuando los aceptamos, florecen en nosotros. Se diferencian de los anteriores en que tienen un tremendo nivel de trascendencia en nuestra vida y podemos comprender que no tienen un origen propio, ya que nos sorprende el contenido y su claridad.

El cuerpo y la mente son dos herramientas del alma, si el alma las emplea correctamente, los resultados serán correctos, pero si las herramientas actúan sin la dirección correcta, es evidente que los efectos no podrán ser excelentes.

La felicidad profunda es la consecuencia de la experimentación de la paz interior y la expresión del amor universal, y todo ello se logra comenzando por la decisión de tener pensamientos positivos (voluntarios, sostenidos y dirigidos de alta vibración), que generarán sentimientos positivos y nos permitirán realizar actos positivos. Es así como el nivel del alma se expresa y desarrolla a través de los dos niveles inferiores: mental y físico. Y la práctica de observar conscientemente los pensamientos nos permitirá decidir de un modo coherente cuáles aceptamos y cuáles rechazamos. Aquí es donde el entrenamiento de la meditación nos facilita adquirir el hábito de esta observación consciente y permanente.

La terapia o técnica de recontextualización consiste en hacerse consciente de que los pensamientos por los que estamos sufriendo son inadecuados y que podemos cambiarlos si lo deseamos, y el modo más eficiente es la comprensión de nuestra realidad espiritual y del sentido de la vida desde el punto de vista del espíritu. En el momento que cambiamos nuestro punto de vista, cambia el modo de entender y experimentar la vida.

Es muy probable que, si llevamos mucho tiempo con ese tipo de pensamientos negativos, se hayan podido generar enfermedades en el nivel físico. En ese caso, el uso de medicamentos puede ser muy importante para poder limitar los trastornos físicos, pero si no hay una transformación en nuestro nivel mental, en nuestros pensamientos y sentimientos, el problema continuará, ya que el origen está en ellos. Hay ocasiones en los que la repercusión física no se repite de la misma forma, por lo que puede ser más difícil comprender este proceso nocivo de nuestros pensamientos, pero podríamos resumir que toda enfermedad física es una invitación a analizar qué pensamos, cómo pensamos y qué sentimientos se derivan de todo ello.

Como ya se comentó anteriormente, toda nuestra cultura y nuestros pensamientos son susceptibles de mejorar, de evolucionar. La cultura es la comprensión de la realidad en un entorno social concreto y en una época determinada, y esta cultura va cambiando a lo largo del tiempo como consecuencia de las interacciones con otros entornos sociales y con las aportaciones de pensadores, personas que se atreven a salir del marco social establecido, que lo cuestionan, y que muestran otras formas de entender la realidad, lo cual se va extendiendo progresivamente y logra esos cambios socioculturales que denominamos evolución. Estos cambios sociales se logran a través de los cambios personales, y no es un proceso fácil al principio, porque lo habitual es que surjan en los grupos más jóvenes, ya que están menos programados y condicionados y va aumentando el nivel cultural que se va adquiriendo en las primeras etapas, por lo que disponen de las dos herramientas esenciales para poder desarrollar el pensamiento (disponibilidad de información y voluntad de aceptarla), siempre que las aprovechen correctamente, porque con el tiempo los seres humanos inconscientes tenemos la tendencia a la rigidez de los pensamientos, que no es otra cosa que un estancamiento dentro de nuestra zona de confort-pereza-resignación, por lo que se cumple el mensaje del Gran Maestro Jesús, cuando nos decía que “el hijo se enfrentará al padre y la hija a la madre” (Evangelio según San Lucas 12:53). Esta rigidez mental hace que todo cambio se encuentre con grandes resistencias al principio, pero es importante entender que la vida se manifiesta de este modo en todos los niveles, que la tendencia es la de mantener el nivel físico, mental y espiritual en el que nos encontramos, ya que la evolución es un mérito que requiere de un esfuerzo, y volviendo al Maestro Jesús, es el trabajo que se hace con los talentos de la famosa parábola (Evangelio según San Mateo 25:14-30), ya que si no hay esfuerzo, no se produce transformación, y el esfuerzo solamente existe cuando hay una resistencia de oposición, que se manifiesta en el nivel interno o personal y en el nivel externo o social. Por eso, todo cambio evolutivo es un ejercicio de valor, primero con nosotros mismos y después con nuestro entorno, por lo que para evitar el sufrimiento que se puede generar como consecuencia de esta transformación, es condición necesaria la comprensión de este proceso y la observación compasiva cuando se manifiestan resistencias, tanto en nosotros mismos como en los demás. El proceso para poder lograr esta transformación, en la mayoría de los casos, exige una desprogramación paulatina de las ideas y conceptos adquiridos previamente, lo cual sólo se puede conseguir cuando se tiene la mente abierta para analizar otras ideas que puedan ser confrontantes y opuestas a las propias, lo cual precisa de humildad, de interés, de constancia y de propósito. La humildad nos permite aceptar ideas nuevas, el interés lo necesitamos para poder investigar en esas nuevas ideas, la constancia nos permite comprender en profundidad y consolidar las nuevas ideas y el propósito nos permite aplicar las nuevas ideas en la vida, siguiendo un camino lo suficientemente definido como para entender hacia dónde vamos, ya que sin propósito, no hay acción, y solo podremos mantener la paz interior cuando dejemos el resultado en manos de Dios.

Del mismo modo que llamamos oscuridad a la ausencia de luz, y no son opuestas, sino que la una es la inexistencia de la otra, también llamamos mal a la ausencia de bien, y tampoco son opuestos. “Mal” es la palabra que utilizamos para describir la ausencia de bien. Pero del mismo modo que hay un proceso gradual en cuanto a la cantidad de luz, desde la ausencia de la misma hasta la intensidad cegadora, igualmente ocurre con el bien, desde su ausencia hasta el nivel infinito que denominamos Dios. Y del mismo modo que solamente podemos soportar una determinada intensidad de luz, solo podemos comprender hasta un determinado nivel de bien, y nuestra evolución consiste en ir aumentando nuestro nivel de comprensión del bien, nuestra consciencia de la conciencia.

Al conocer las múltiples dimensiones de nuestra realidad, cómo funcionan y cómo se interrelacionan entre sí y con el exterior, podemos empezar a gestionarlas de un modo más eficiente. Emplearemos las cualidades del nivel físico desde el cuerpo físico, las del nivel mental desde la mente, y las del nivel espiritual desde el alma, y no bloquearemos ninguna de ellas, en todo caso las trascenderemos, es decir, elevaremos el punto de referencia desde el que gestionamos las cosas, aprovechando lo mejor de nuestra realidad.

Toda forma de sufrimiento se origina en la mente. El sufrimiento es la respuesta que da una mente sin entrenamiento, una mente ignorante y mal gestionada por nuestra consciencia y nuestra voluntad, cualidades con las que se expresan el amor y la sabiduría de nuestra alma.

La lucha interna de nuestra conciencia contra nuestro ego puede intentar gestionarse desde la represión o desde la consciencia. Si lo hacemos desde la represión, habrá una lucha permanente entre lo que consideramos correcto y hacia dónde nos impulsan nuestras pasiones. Cuando gestionamos este proceso desde la consciencia, ignoraremos los impulsos que nos den nuestras sombras y alimentaremos nuestra luz, haciendo cada vez más luminosa nuestra realidad. Es como la metáfora del estanque que está lleno de agua turbia. Si intentamos sacar la suciedad, todavía se removerá más, pero si le vamos añadiendo agua limpia constantemente, llegará un momento en el que el agua turbia se habrá ido y el estanque se habrá transformado, se habrá limpiado. Las voces negativas de nuestra mente guardarán silencio. Hacia donde prestemos la atención, pondremos nuestra energía y alimentaremos un proceso u otro. Y es necesario ser consciente de ello para saber elegir del modo adecuado. Eso es desarrollarse en sabiduría.

Reconocer que estamos sufriendo es el primer paso para poder avanzar en el proceso de sanación de la mente a través del alma.

La lógica y la razón son elementos inseparables, pero para que algo lógico y razonable sea correcto, para que esté alineado con el camino que nos marca Dios, también tiene que darnos paz.

En el siguiente ejemplo vamos a ver un pensamiento lógico pero que no aporta paz. Una persona está casada, pero se ha enamorado de alguien. Un pensamiento lógico podría ser “si mi pareja no se entera, no hay ningún problema”, pero todas las mentiras que son necesarias para mantener este engaño hacen imposible la paz. Un pensamiento lógico que sí que aporta paz sería “voy a plantear conmigo mismo este hecho y, si considero que debo romper mi matrimonio, se lo informaré pacífica y amorosamente a mi pareja y, a pesar del daño que pueda generar, voy a aceptar las consecuencias, dando lo mejor de mí en todo el proceso”.

Todo ocurre de acuerdo con la voluntad de Dios, ya sea por decisión o por autorización suya, y si la vida nos da limones, no podemos hacer naranjada, pero sí podemos hacer limonada, podemos actuar según las oportunidades y medios que nos da la vida. Aprovechémoslos, empleando los filtros del amor y de la sabiduría. Ese es el camino que está sembrado de las flores de la felicidad. La elección de seguir la senda del sufrimiento o la de la paz siempre será decisión propia.

La herencia religioso-cultural y familiar es uno de los elementos qué más claramente determinan y definen a las personas de bajo nivel de consciencia, ya que influyen de un modo importantísimo en la forma de entender la vida. Pero no es lo mismo influir que determinar, y las personas de alto nivel de consciencia analizan en profundidad toda la realidad sociocultural en la que se mueven, que siempre es imperfecta, ya que es una expresión de la comprensión colectiva de la sociedad, que también es imperfecta. Quien busca la paz no se rinde ni se conforma con lo que no funciona, por lo que tiene que ser muy consciente y valiente para poder convertirse en una verdadera alma buscadora de la verdad, y tendrá que rechazar todos aquellos elementos de la sociedad que no funcionen. Esto se traduce siempre en que todos los procesos, es decir, todos los pensamientos, sentimientos y actos, que nos quiten la paz, es importante analizarlos e intentar buscar una diferente forma de gestión, de enfoque, de comprensión, porque todo lo que nos quita la paz nos afecta negativamente, en mayor o menor medida, en nuestros tres niveles, por eso, busquemos primero la paz, y después todo lo demás, porque la paz interior es la base donde se sustenta el amor universal y la felicidad profunda, que constituyen el reino interior del que hablaba el Maestro Jesús (Evangelio según San Mateo 6:33), y cuando encontramos este reino interior, todo lo demás se nos da por añadidura.

Todos los programas que tenemos instalados y que nos hacemos conscientes de que no funcionan, necesitan de un proceso de desprogramación:

-        Comienza precisamente con esta toma de consciencia.

-        Continúa con la búsqueda de niveles de verdad más elevados.

-        Concluye cuando somos capaces de desechar los modelos anteriores y sustituirlos por estos nuevos.

Hay veces en las que descubrimos nuestros errores, principalmente como consecuencia de sus efectos negativos, es decir, a través del dolor, pero también podemos descubrirlos por medio del aprendizaje. Si descubrimos estos errores, pero no hemos encontrado cómo sustituirlos y mejorarlos, pasaremos por una crisis, por una noche oscura del alma, que nos impulsará a buscar la luz, y en esa búsqueda se produce la metamorfosis de la oruga que se transforma en mariposa, se logra la transformación interior. Pero es un proceso que nunca acaba, porque en el momento en el que creemos que hemos alcanzado la verdad absoluta, entramos de lleno en el error de la soberbia, que el ego gestiona perfectamente, y puede secuestrar, neutralizar, nuestra consciencia, entrando en los procesos de radicalización.

En cada uno de nuestros niveles hay unos filtros que hacen que la realidad nos llegue a la consciencia de un modo alterado, deformado:

-        En el nivel físico tenemos el instinto, que gestiona los procesos de supervivencia e interpreta la realidad de forma radical, bueno-malo, conveniente-inconveniente, amigo-enemigo.

-        En el nivel mental estamos limitados por la razón, de modo que lo que no consideramos razonable, lo que no entendamos, queda desechado, produciéndose una gran resistencia a todo aquello que no pueda demostrarse o comprenderse.

-        El nivel del espíritu tiene los límites de nuestra ignorancia, y en él se manifiestan la intuición (que percibe las cosas fuera del nivel de la razón), la creatividad (es necesaria para desarrollar algo nuevo), el amor universal (que manifiesta quien entiende que formamos parte del todo y que en el todo vivimos, nos movemos y existimos) y sabiduría (que permite expresar todos los conocimientos revestidos de amor).

En cuanto al consumo de energía, tanto el nivel físico como el nivel mental se esfuerzan, consumen energía y se desgastan. Sin embargo, en el nivel del alma aumenta nuestra energía y nos fortalece.

Para pasar del nivel de la mente al nivel del alma debemos transformar conscientemente nuestros pensamientos, liberándolos de la materialización y de la polarización, de modo que seguiremos empleando nuestro cuerpo y nuestra mente, pero nuestra consciencia estará observando las experiencias desde más arriba, desde el nivel del alma.

El materialismo es la fijación del centro de gravedad de la vida en el nivel físico, donde lo más importante es el tener, tanto personas como cosas o experiencias.

La polarización es la comprensión limitada de la realidad, asignando siempre valoraciones extremas, bien-mal, correcto-incorrecto, cuando todas las realidades forman parte de un proceso progresivo e interrelacionado de factores.

La oscuridad no existe realmente, no es lo opuesto a la luz, es la ausencia de luz. Igualmente, la ignorancia no es lo opuesto a la sabiduría, es ausencia de sabiduría, el odio es la ausencia de cariño y el miedo es la ausencia de amor. Cuando comprendemos que hay conceptos que solo sirven para comunicar la ausencia de otras cosas, podemos percibir con mucha más claridad que desde la ausencia hasta la plenitud hay un proceso gradual en el que todos nos encontramos en relación con todas nuestras cualidades, con nuestros talentos, con nuestras virtudes, y cuando sentimos que hay tan grandes diferencias entre unas personas y otras, podemos ampliar nuestra comprensión, porque a eso que le llamamos grandes diferencias es solamente un pequeño rango de posibilidades evolutivas que podemos alcanzar, y que obligatoria pero voluntariamente alcanzaremos, ya que así podemos comprender que Dios ha diseñado la realidad, como un proceso evolutivo infinito donde la Creación va adquiriendo, de forma progresiva, voluntaria y consciente, los atributos infinitos que podemos ir descubriendo en la fuerza creadora, es decir, progresivamente nos vamos acercando más a Dios, nos vamos pareciendo más a Dios. El Gran Maestro Jesús ya nos dijo que somos dioses (Biblia, Salmos 82:6 y Evangelio según San Juan 10:34), porque teniendo los atributos que nos dio el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal (Biblia, Génesis 2:17), podemos trabajar para alcanzar el privilegio de comer del Árbol de la Vida (Biblia, Génesis 3:22) y entrar en la experiencia progresiva de los atributos de Dios.

La ciencia ha demostrado que el universo tiene muchas dimensiones, y esto nos permite aproximarnos a la comprensión de que los seres humanos también tenemos muchas dimensiones o niveles que, en la medida de mis siempre limitadas capacidades y a los efectos de esta publicación, denominaré como:

-        Nivel físico.

-        Nivel mental.

-        Nivel espiritual o del alma.

La comprensión de los diferentes niveles en los que nos manifestamos, así como el modo en que funcionan cada uno y como se interrelacionan entre ellos, es esencial para poder aprovechar las capacidades que nos aporta cada uno, y no cometer el error de intentar emplear una capacidad desde el nivel que no le corresponde. Por ejemplo, si intentamos desarrollar nuestros conocimientos como entrenadores solo a través del ejercicio físico, es evidente que aumentaremos nuestra fuerza, resistencia, flexibilidad, velocidad, etc., pero no habremos aprendido los conceptos que se necesitan conocer para poder diseñar un plan de entrenamiento eficiente. Igualmente ocurre al contrario, ya que si estudiamos muchos libros sobre preparación física, no nos pondremos ni más fuertes, ni resistentes, ni flexibles, ni veloces. Del mismo modo ocurre cuando intentamos desarrollar las cualidades del alma desde el nivel del cuerpo, practicamos yoga, ayuno, retiros… y acumulamos experiencias que pueden ejercitar el cuerpo, pero que no tienen necesariamente por qué desarrollar ninguna cualidad del alma. Cuando intentamos desarrollar las cualidades del alma a través del nivel de la mente, acumulamos información, conocimiento, que tampoco tienen por qué desarrollar necesariamente ninguna cualidad de alma. En este momento es posible que puedas pensar que te estoy tendiendo una trampa, porque puede parecer que no hay ningún camino que nos pueda llevar a la espiritualidad, pero te pido un poco de paciencia para que me des la oportunidad de poder aclarar esto de un modo útil. Si queremos construir una casa nueva, es necesario derribar la anterior y retirar los escombros. Esto es lo que he intentado hacer explicando que ni en el nivel del cuerpo ni en el nivel de la mente se desarrolla el alma, pero sí que se expresa, ya que determina totalmente el funcionamiento de los niveles inferiores.

El ego (niveles físico y mental) es dualista, pero el alma no, ya que desde el nivel del alma se comprenden progresivamente los infinitos matices de la realidad, por lo que según evoluciona el alma, la comprensión de la realidad es cada vez más profunda. Si somos capaces de elevarnos al nivel del alma, nuestros procesos internos y nuestra percepción cambiarán drásticamente, independientemente de cómo sea la realidad externa, porque cuanto más nos elevamos en la comprensión de la realidad, esta realidad nos afecta negativamente cada vez en menor grado, hasta que llega un punto en el que ya no afecta en absoluto.

Del mismo modo que las emociones son procesos automáticos que genera nuestro nivel físico (e-moción, energía de movimiento), los sentimientos son procesos que genera nuestro nivel mental, (procesos senti-mentales), y cuando somos capaces de despertar nuestra conciencia, podremos controlar progresivamente cada vez más las consecuencias de estas emociones y de estos sentimientos, porque la reactividad, las respuestas automáticas, podrán controlarse cada vez mejor, y cada una de nuestras respuestas conscientes nos aportará muchas más enseñanzas que realimentarán el proceso, logrando que se produzca una evolución cada vez más acelerada. Si se observa la evolución de la humanidad, podremos comprobar perfectamente esta aceleración a la que me estoy refiriendo, y más especialmente en las últimas décadas.

La información que conseguimos transformar en sabiduría es aquella que se escucha, que se ve, que se aprende, pero que posteriormente:

-        Se medita y se analiza.

-        Se verifica que genera en nosotros y en los demás paz interior, amor universal y felicidad profunda.

-        Se interrelaciona con los conocimientos previos, teniendo la valentía de desechar la información antigua y equivocada, siempre basada en creencias falsas o en verificaciones mal realizadas.

-        Se estructura, para poder comprenderla y expresarla con mayor exactitud.

-        Se convierte en parte de nuestra realidad, en parte de nuestro ser.

Podríamos decir que el sufrimiento es la consecuencia, la lección de vida que nos da una mente sin entrenamiento, sin aprendizaje, sin evolución suficiente, una mente mal gestionada por nuestra alma. Cuando entendemos esto podemos agradecer todo el sufrimiento, porque lo ha puesto Dios en nuestra vida para impulsarnos en nuestro camino de evolución.

La metáfora de los dos lobos que viven en nuestro interior, uno de luz y amor, el otro de oscuridad y miedo. Ambos están en una lucha constante. ¿Cuál de los dos ganará ese combate? El que cada uno de nosotros alimentemos.

Todas las almas recibimos pensamientos que acabamos definiendo como buenos o malos, convenientes o inconvenientes, correctos o incorrectos. Estos pensamientos formarán parte de la realidad de nuestra mente en el momento en el que les prestamos atención ya que, donde ponemos atención, entregamos energía, damos vida. Si tenemos pensamientos de desesperanza, de odio, de sufrimiento, de miedo, y les prestamos atención, nuestra vida se impregnará de las energías de estos pensamientos, cada vez atraeremos más pensamientos del mismo tipo y nuestra realidad será percibida por nosotros en base a esta vibración, cada vez más baja, que vamos generando. Pero si tenemos estos mismos pensamientos y conscientemente los rechazamos y los sustituimos por otros pensamientos diferentes, de esperanza, de cariño, de felicidad, de amor, hemos aprovechado los pensamientos que nos han llegado inicialmente para tomar consciencia de ellos y para desarrollar una elección creativa del modo en que deseamos observar la realidad, elevando nuestra vibración y atrayendo vibraciones similares, lo que permitirá que nuestras experiencias sean totalmente diferentes en un caso o en otro. Por tanto, podemos observar la gran importancia que tiene desarrollar nuestra consciencia para que nuestra mente sea una fortaleza inexpugnable que no permita pasar el más mínimo pensamiento negativo, por mucho que llamen a la puerta, porque todo en el universo evoluciona, y las peores situaciones hacen como el estiércol, que ayuda a florecer con mayor fortaleza las semillas que hemos plantado debajo de él.

Cualquier información que no se lleve a la práctica, no sirve de nada en nuestra evolución, es teoría vacía, creencia sin verificación, prejuicio limitante. Y para poder integrar en nosotros cualquier información es necesario:

-        El estudio, la comprensión y repetición de la información para poderla fijar, expresar con palabras y poner en práctica cuando sea oportuno.

-        La comparación con la información previa propia sin prejuicios.

-        La verificación a través de la puesta en práctica.

-        La elección consciente de la información que consideramos más correcta y que funciona.

La repetición es esencial en todo proceso de transformación. La lluvia cae cuando se acumulan las nubes, las olas crecen cuando se acumulan las corrientes, los deportistas aumentan su rendimiento al repetir una y otra vez los movimientos técnicos y los ejercicios, las personas cultas repiten la información que estudian para comprenderla cada vez de forma más profunda y fijarla en su memoria, y las personas espirituales repiten sus propósitos del alma de paz interior, amor universal y felicidad profunda en sus tres niveles de expresión de la vida, cuerpo, mente y espíritu, y se manifiestan en cada uno de sus pensamientos, sentimientos y actos. En resumen, solo la repetición consciente y eficiente permite evolucionar y alcanzar la maestría.

Un pensamiento correcto es aquél que cumple dos requisitos:

-        Está bien construido de acuerdo con la lógica y a la razón.

-        Aporta paz.

Todo lo que ocurre se ajusta a las Leyes Universales, las Leyes que ha dispuesto Dios en la Creación.

 

Otras referencias:

Qué es el cerebro reptiliano: partes y funciones

Mesencéfalo: qué es, partes y funciones

El modelo de los 3 cerebros: reptiliano, límbico y neocórtex

Las 3 partes de nuestro cerebro

Neocórtex

 

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