La Terapia del Perdón. Cómo gestionar los pensamientos
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Análisis y conclusiones personales extraídas del
vídeo público “Cómo gestionar los pensamientos” https://www.youtube.com/live/cq5orzSiz4Q
Autor de este análisis: Vicente
Lumbreras
E-mail: vicentelumbrerasm@gmail.com
Fecha: 27/10/2024
Título de la publicación donde está
previsto incorporar estos contenidos:
Perdonarnos, perdonar y pedir perdón
El camino para sentir paz interior, expresar amor universal y experimentar felicidad profunda
Nota: este texto está desarrollado de acuerdo con los contenidos sugeridos según se analizaba el vídeo de referencia y NO constituye un resumen del mismo.
La realidad la vamos comprendiendo a través de las
vías de percepción de nuestros tres niveles, que tienen sus propias
características, utilidad y limitaciones. El nivel físico percibe e interpreta
la realidad a través de los sentidos y del instinto. El nivel mental accede a
la realidad a través de su razón, de su comprensión y de sus juicios y
prejuicios. El nivel espiritual observa la realidad sin filtros, tal y como es,
por lo que necesita estar en la vibración del amor y de la sabiduría para poder
hacerlo.
El cerebro reptiliano gestiona el instinto, el
mesencéfalo o cerebro medio gestiona las emociones, y el neocórtex gestiona el
pensamiento racional. Estas tres partes del cerebro desarrollan funciones
claramente diferentes, pero en esta publicación voy a integrar las funciones
instintivas del cerebro reptiliano con las emociones del cerebro medio, puesto
que son procesos reactivos y, al parecer, no controlables en estos niveles. A
esta parte la voy a denominar “nivel físico”. La última parte en la que se divide
anatómicamente el cerebro es el neocórtex, desde el que podemos tomar
decisiones racionales, libres y voluntarias, las cuales, aunque no pueden
anular nuestros procesos instintivos y emocionales. sí que permiten
gestionarlos. A esta parte de nuestra realidad la voy a denominar “nivel
mental” o mente. Por último, es necesario incorporar esa parte que la ciencia
no ha sido capaz de explicar todavía, pero que muchos científicos han podido
verificar empíricamente a través de experiencias cercanas a la muerte, tanto
propias como de sus pacientes, donde pasaron por procesos de muerte cerebral,
donde las funciones del cerebro estaban completamente anuladas, y ellos seguían
percibiendo todo lo que estaba ocurriendo en el lugar donde se encontraban y se
podían trasladar a lugares muy distantes. Este nivel de nuestra realidad es el
que se conserva y permanece cuando se produce la muerte del cuerpo físico y
donde se expresan cuestiones tan fundamentales como la intuición, la
creatividad, el amor y la sabiduría. A esta parte la voy a denominar “nivel
espiritual” o alma.
Las circunstancias y nuestros procesos y la
respuesta automática pueden inducirnos a operar desde alguno de nuestros tres
niveles, que son determinantes en sentido descendente, y limitantes en sentido
ascendente, por lo que el mejor criterio es realizar la gestión de la
experiencia de la vida desde el nivel espiritual, ya que determina a los
cuerpos mental y físico y no sufre ninguna limitación por parte de ellos.
Los procesos de los niveles físico y mental consumen
energía, mientras que los procesos del nivel espiritual aportan energía.
Podemos gestionar la mente y los pensamientos desde
el nivel del cuerpo espiritual cuando logramos:
-
Despolarizar. Dejar de juzgar las cosas de un modo extremo (bueno/malo,
correcto/incorrecto).
-
Desmaterializar. Espiritualizarnos, dar más valor a lo espiritual que a lo material,
que se traduce en dar el valor correcto a todo lo que nos ocurre y lo que
existe.
-
Desvincular. Hacernos observadores externos de la mente, usándola como una
herramienta, y no dejándonos que ella nos use.
Cuando gestionamos correctamente los pensamientos,
la paz interior se fortalece y permitimos que el amor se manifieste, elevando
nuestra vibración y creciendo espiritualmente. En otras palabras, amor y
vibración son manifestaciones del espíritu y se pueden expresar cuando la mente
permite su flujo, cuando no bloquea la expresión del espíritu. Esto ocurre
porque los pensamientos determinan los sentimientos, y cuando pasamos por
experiencias y procesos en los que tenemos sentimientos negativos, si logramos
cambiar nuestros pensamientos, los sentimientos cambiarán también. Así, podemos
decir “piensa bien y acertarás”.
Existen pensamientos inconscientes-neutros,
inconscientes-reactivos y conscientes. Solamente en el último caso se pueden
gestionar, por lo que es imprescindible activar nuestra consciencia para poder dirigir
nuestros pensamientos.
Los tres niveles que forman parte de nuestra realidad, físico, mental y espiritual, influyen y se relacionan entre sí, pero
no lo hacen del mismo modo ni con la misma intensidad en cada momento, ya que
cada nivel puede influir en los demás de un modo diferente según las
circunstancias y el grado evolutivo de cada ser, pudiendo bloquear a los otros niveles en
sentido ascendente y modular en sentido descendente. Esto nos indica que
solo cuando estamos instalados en el nivel espiritual podemos aportar la mejor
versión de nosotros mismos. Dicho de otro modo, nuestros
tres niveles son determinantes en sentido descendente, y limitantes en sentido
ascendente. Por ejemplo, si
estamos instalados en el nivel mental, podrá controlar el
modo de expresarse el nivel físico, pero bloqueará la expresión de nivel
espiritual. El nivel
espiritual, cuando está consciente, determina totalmente el funcionamiento del nivel mental, y este
nivel mental consciente determina el funcionamiento del nivel físico. Y un
ejemplo en el que son limitantes en sentido ascendente es que, si el nivel
físico (instinto y emociones) nos dirige, nos impedirá desarrollar el nivel mental (pensamientos y sentimientos), y es necesario poder controlar
el nivel mental para poder empezar a desarrollar el nivel espiritual
(intuición, creatividad, amor, sabiduría).
Los niveles físico y mental son herramientas que
Dios pone a nuestra disposición para poder experimentar aprendizajes del alma,
y la utilidad de las herramientas es para el momento en el que son necesarias.
Si se emplean en otro momento, toman el control y el efecto nunca es el
adecuado.
La frecuencia marca la cantidad de información que
puede albergar. Así, la fibra óptica se utiliza en telefonía e Internet
actualmente, porque permite unos niveles de frecuencia mucho más elevados que
el cable de cobre, permitiendo transmitir mucha mayor cantidad de información.
Y en el nivel de la mente humana, una mayor cantidad de información también nos
permite decidir la calidad de dicha información, puesto que podemos distinguir
de un modo más coherente. Por eso, cuando elevamos nuestra vibración espiritual,
establecemos las condiciones para permitir que la información elevada entre a
ocupar su lugar en nosotros. Podríamos compararlo con que tenemos un pequeño
vaso y lo llenamos con cualquier tipo de bebida, y cuando elevamos nuestra
vibración, es como si aumentase el tamaño de nuestro vaso y supiéramos elegir
llenarlo solamente con bebida de buena calidad.
Cuando estamos en un nivel bajo de vibración:
-
Nuestras emociones,
sentimientos y prejuicios nos limitan en la comprensión de la realidad, captando
principalmente la información de menor nivel de sabiduría.
-
La intuición y la
creatividad se bloquean.
-
El amor universal
queda secuestrado.
-
Es difícil encontrar
soluciones correctas a los problemas.
Cuando elevamos nuestra vibración:
-
Comprendemos desde un
nivel mucho más elevado.
-
La intuición y la
creatividad aumentan.
-
El amor universal se
manifiesta gradualmente.
-
Se incrementa nuestra
capacidad de solucionar problemas.
La meditación es una excelente herramienta para
aprender a observar, controlar y dirigir nuestros pensamientos. Cuando se van
observando los pensamientos de un modo consciente y se les deja pasar, sin
dejarse llevar por ellos, estamos logrando el objetivo esencial de la
meditación.
Para lograr cualquier cosa es necesaria la práctica,
pero si previamente se han aprendido los conceptos teóricos necesarios, se
cometerán menos errores durante la experimentación.
Tenemos tres tipos de pensamientos:
-
Los que creamos
voluntaria y conscientemente. Están
totalmente influidos por el entorno familiar, social y cultural que hemos
vivido, pero desde nuestra voluntad consciente podemos transformarnos. Nos
influyen, pero no nos determinan, porque siempre tenemos la oportunidad de
poder elegir qué hacer con esos pensamientos. Y si comprendemos que a lo largo
de la historia de la humanidad se ha evolucionado en todo y en todo se seguirá
evolucionando, podemos concluir que toda forma de cultura y toda forma de
pensamiento serán superados con el tiempo y, por tanto, son incompletos, lo
cual también incluye a nuestra propia cultura y a nuestros propios
pensamientos. Esta comprensión nos libera de posturas dogmáticas y nos permite
comprender el infinito proceso evolutivo en el que nos encontramos todos los
seres de la Creación, lo cual nos permite desarrollar la comprensión y la
compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, y nos abre la mente a toda
nueva idea, ya que siempre es una oportunidad para evolucionar.
-
Los que nos surgen de
forma espontánea. Están filtrados a
través de nuestra consciencia, que decide o no controlarlos y derivarlos a
nuestra conciencia, la cual está sintonizada en cada momento en una determinada
frecuencia y no en otras, filtrando finalmente los pensamientos con los que nos
quedamos y que nos influyen, y dejando fuera los que rechazamos. Así, una
persona que esté sometida a un determinado vicio va a tener pensamientos de
desearlo, y desde la inconsciencia y el automatismo, caerá una y otra vez en
él, incluso aunque comprenda mentalmente que no le conviene. Pero si está
consciente, dificultará que le lleguen, pero si además ha desarrollado la
conciencia de rechazarlos, nada podrán influirle. En una persona liberada,
aunque pudieran aparecer estos pensamientos, se rechazan de inmediato y, aunque
no desaparezcan de inmediato, su consciencia seguirá los dictados de su
conciencia, y no del impulso inconsciente y automático.
-
Los que nos implantan
los seres espirituales para facilitarnos el
cumplimiento de nuestro destino y de nuestras misiones y que, cuando los
aceptamos, florecen en nosotros. Se diferencian de los anteriores en que tienen
un tremendo nivel de trascendencia en nuestra vida y podemos comprender que no tienen
un origen propio, ya que nos sorprende el contenido y su claridad.
El cuerpo y la mente son dos herramientas del alma,
si el alma las emplea correctamente, los resultados serán correctos, pero si
las herramientas actúan sin la dirección correcta, es evidente que los efectos
no podrán ser excelentes.
La felicidad profunda es la consecuencia de la
experimentación de la paz interior y la expresión del amor universal, y todo
ello se logra comenzando por la decisión de tener pensamientos positivos
(voluntarios, sostenidos y dirigidos de alta vibración), que generarán
sentimientos positivos y nos permitirán realizar actos positivos. Es así como
el nivel del alma se expresa y desarrolla a través de los dos niveles
inferiores: mental y físico. Y la práctica de observar conscientemente los
pensamientos nos permitirá decidir de un modo coherente cuáles aceptamos y
cuáles rechazamos. Aquí es donde el entrenamiento de la meditación nos facilita
adquirir el hábito de esta observación consciente y permanente.
La terapia o técnica de recontextualización consiste
en hacerse consciente de que los pensamientos por los que estamos sufriendo son
inadecuados y que podemos cambiarlos si lo deseamos, y el modo más eficiente es
la comprensión de nuestra realidad espiritual y del sentido de la vida desde el
punto de vista del espíritu. En el momento que cambiamos nuestro punto de
vista, cambia el modo de entender y experimentar la vida.
Es muy probable que, si llevamos mucho tiempo con
ese tipo de pensamientos negativos, se hayan podido generar enfermedades en el
nivel físico. En ese caso, el uso de medicamentos puede ser muy importante para
poder limitar los trastornos físicos, pero si no hay una transformación en
nuestro nivel mental, en nuestros pensamientos y sentimientos, el problema
continuará, ya que el origen está en ellos. Hay ocasiones en los que la
repercusión física no se repite de la misma forma, por lo que puede ser más difícil
comprender este proceso nocivo de nuestros pensamientos, pero podríamos resumir
que toda enfermedad física es una invitación a analizar qué pensamos, cómo
pensamos y qué sentimientos se derivan de todo ello.
Como ya se comentó anteriormente, toda nuestra cultura y nuestros pensamientos son susceptibles de mejorar, de evolucionar. La cultura es la comprensión de la realidad en un entorno social concreto y en una época determinada, y esta cultura va cambiando a lo largo del tiempo como consecuencia de las interacciones con otros entornos sociales y con las aportaciones de pensadores, personas que se atreven a salir del marco social establecido, que lo cuestionan, y que muestran otras formas de entender la realidad, lo cual se va extendiendo progresivamente y logra esos cambios socioculturales que denominamos evolución. Estos cambios sociales se logran a través de los cambios personales, y no es un proceso fácil al principio, porque lo habitual es que surjan en los grupos más jóvenes, ya que están menos programados y condicionados y va aumentando el nivel cultural que se va adquiriendo en las primeras etapas, por lo que disponen de las dos herramientas esenciales para poder desarrollar el pensamiento (disponibilidad de información y voluntad de aceptarla), siempre que las aprovechen correctamente, porque con el tiempo los seres humanos inconscientes tenemos la tendencia a la rigidez de los pensamientos, que no es otra cosa que un estancamiento dentro de nuestra zona de confort-pereza-resignación, por lo que se cumple el mensaje del Gran Maestro Jesús, cuando nos decía que “el hijo se enfrentará al padre y la hija a la madre” (Evangelio según San Lucas 12:53). Esta rigidez mental hace que todo cambio se encuentre con grandes resistencias al principio, pero es importante entender que la vida se manifiesta de este modo en todos los niveles, que la tendencia es la de mantener el nivel físico, mental y espiritual en el que nos encontramos, ya que la evolución es un mérito que requiere de un esfuerzo, y volviendo al Maestro Jesús, es el trabajo que se hace con los talentos de la famosa parábola (Evangelio según San Mateo 25:14-30), ya que si no hay esfuerzo, no se produce transformación, y el esfuerzo solamente existe cuando hay una resistencia de oposición, que se manifiesta en el nivel interno o personal y en el nivel externo o social. Por eso, todo cambio evolutivo es un ejercicio de valor, primero con nosotros mismos y después con nuestro entorno, por lo que para evitar el sufrimiento que se puede generar como consecuencia de esta transformación, es condición necesaria la comprensión de este proceso y la observación compasiva cuando se manifiestan resistencias, tanto en nosotros mismos como en los demás. El proceso para poder lograr esta transformación, en la mayoría de los casos, exige una desprogramación paulatina de las ideas y conceptos adquiridos previamente, lo cual sólo se puede conseguir cuando se tiene la mente abierta para analizar otras ideas que puedan ser confrontantes y opuestas a las propias, lo cual precisa de humildad, de interés, de constancia y de propósito. La humildad nos permite aceptar ideas nuevas, el interés lo necesitamos para poder investigar en esas nuevas ideas, la constancia nos permite comprender en profundidad y consolidar las nuevas ideas y el propósito nos permite aplicar las nuevas ideas en la vida, siguiendo un camino lo suficientemente definido como para entender hacia dónde vamos, ya que sin propósito, no hay acción, y solo podremos mantener la paz interior cuando dejemos el resultado en manos de Dios.
Del mismo modo que llamamos oscuridad a la ausencia
de luz, y no son opuestas, sino que la una es la inexistencia de la otra,
también llamamos mal a la ausencia de bien, y tampoco son opuestos. “Mal” es la
palabra que utilizamos para describir la ausencia de bien. Pero del mismo modo
que hay un proceso gradual en cuanto a la cantidad de luz, desde la ausencia de
la misma hasta la intensidad cegadora, igualmente ocurre con el bien, desde su
ausencia hasta el nivel infinito que denominamos Dios. Y del mismo modo que
solamente podemos soportar una determinada intensidad de luz, solo podemos
comprender hasta un determinado nivel de bien, y nuestra evolución consiste en
ir aumentando nuestro nivel de comprensión del bien, nuestra consciencia de la
conciencia.
Al conocer las múltiples dimensiones de nuestra
realidad, cómo funcionan y cómo se interrelacionan entre sí y con el exterior,
podemos empezar a gestionarlas de un modo más eficiente. Emplearemos las
cualidades del nivel físico desde el cuerpo físico, las del nivel mental desde
la mente, y las del nivel espiritual desde el alma, y no bloquearemos ninguna
de ellas, en todo caso las trascenderemos, es decir, elevaremos el punto de
referencia desde el que gestionamos las cosas, aprovechando lo mejor de nuestra
realidad.
Toda forma de sufrimiento se origina en la mente. El
sufrimiento es la respuesta que da una mente sin entrenamiento, una mente
ignorante y mal gestionada por nuestra consciencia y nuestra voluntad,
cualidades con las que se expresan el amor y la sabiduría de nuestra alma.
La lucha interna de nuestra conciencia contra
nuestro ego puede intentar gestionarse desde la represión o desde la
consciencia. Si lo hacemos desde la represión, habrá una lucha permanente entre
lo que consideramos correcto y hacia dónde nos impulsan nuestras pasiones.
Cuando gestionamos este proceso desde la consciencia, ignoraremos los impulsos
que nos den nuestras sombras y alimentaremos nuestra luz, haciendo cada vez más
luminosa nuestra realidad. Es como la metáfora del estanque que está lleno de agua
turbia. Si intentamos sacar la suciedad, todavía se removerá más, pero si le
vamos añadiendo agua limpia constantemente, llegará un momento en el que el
agua turbia se habrá ido y el estanque se habrá transformado, se habrá
limpiado. Las voces negativas de nuestra mente guardarán silencio. Hacia donde
prestemos la atención, pondremos nuestra energía y alimentaremos un proceso u
otro. Y es necesario ser consciente de ello para saber elegir del modo
adecuado. Eso es desarrollarse en sabiduría.
Reconocer que estamos sufriendo es el primer paso
para poder avanzar en el proceso de sanación de la mente a través del alma.
La lógica y la razón son elementos inseparables,
pero para que algo lógico y razonable sea correcto, para que esté alineado con
el camino que nos marca Dios, también tiene que darnos paz.
En el siguiente ejemplo vamos a ver un pensamiento
lógico pero que no aporta paz. Una persona está casada, pero se ha enamorado de
alguien. Un pensamiento lógico podría ser “si mi pareja no se entera, no hay
ningún problema”, pero todas las mentiras que son necesarias para mantener este
engaño hacen imposible la paz. Un pensamiento lógico que sí que aporta paz
sería “voy a plantear conmigo mismo este hecho y, si considero que debo romper
mi matrimonio, se lo informaré pacífica y amorosamente a mi pareja y, a pesar
del daño que pueda generar, voy a aceptar las consecuencias, dando lo mejor de
mí en todo el proceso”.
Todo ocurre de acuerdo con la voluntad de Dios, ya
sea por decisión o por autorización suya, y si la vida nos da limones, no
podemos hacer naranjada, pero sí podemos hacer limonada, podemos actuar según
las oportunidades y medios que nos da la vida. Aprovechémoslos, empleando los
filtros del amor y de la sabiduría. Ese es el camino que está sembrado de las
flores de la felicidad. La elección de seguir la senda del sufrimiento o la de
la paz siempre será decisión propia.
La herencia religioso-cultural y familiar es uno de
los elementos qué más claramente determinan y definen a las personas de bajo
nivel de consciencia, ya que influyen de un modo importantísimo en la forma de
entender la vida. Pero no es lo mismo influir que determinar, y las personas de
alto nivel de consciencia analizan en profundidad toda la realidad
sociocultural en la que se mueven, que siempre es imperfecta, ya que es una
expresión de la comprensión colectiva de la sociedad, que también es imperfecta.
Quien busca la paz no se rinde ni se conforma con lo que no funciona, por lo
que tiene que ser muy consciente y valiente para poder convertirse en una
verdadera alma buscadora de la verdad, y tendrá que rechazar todos aquellos
elementos de la sociedad que no funcionen. Esto se traduce siempre en que todos
los procesos, es decir, todos los pensamientos, sentimientos y actos, que nos
quiten la paz, es importante analizarlos e intentar buscar una diferente forma
de gestión, de enfoque, de comprensión, porque todo lo que nos quita la paz nos
afecta negativamente, en mayor o menor medida, en nuestros tres niveles, por
eso, busquemos primero la paz, y después todo lo demás, porque la paz interior
es la base donde se sustenta el amor universal y la felicidad profunda, que
constituyen el reino interior del que hablaba el Maestro Jesús (Evangelio según
San Mateo 6:33), y cuando encontramos este reino interior, todo lo demás se nos
da por añadidura.
Todos los programas que tenemos instalados y que nos
hacemos conscientes de que no funcionan, necesitan de un proceso de
desprogramación:
-
Comienza precisamente
con esta toma de consciencia.
-
Continúa con la
búsqueda de niveles de verdad más elevados.
-
Concluye cuando somos
capaces de desechar los modelos anteriores y sustituirlos por estos nuevos.
Hay veces en las que descubrimos nuestros errores,
principalmente como consecuencia de sus efectos negativos, es decir, a través
del dolor, pero también podemos descubrirlos por medio del aprendizaje. Si
descubrimos estos errores, pero no hemos encontrado cómo sustituirlos y
mejorarlos, pasaremos por una crisis, por una noche oscura del alma, que nos
impulsará a buscar la luz, y en esa búsqueda se produce la metamorfosis de la
oruga que se transforma en mariposa, se logra la transformación interior. Pero
es un proceso que nunca acaba, porque en el momento en el que creemos que hemos
alcanzado la verdad absoluta, entramos de lleno en el error de la soberbia, que
el ego gestiona perfectamente, y puede secuestrar, neutralizar, nuestra
consciencia, entrando en los procesos de radicalización.
En cada uno de nuestros niveles hay unos filtros que
hacen que la realidad nos llegue a la consciencia de un modo alterado,
deformado:
-
En el nivel físico
tenemos el instinto, que gestiona los procesos de supervivencia e interpreta la
realidad de forma radical, bueno-malo, conveniente-inconveniente,
amigo-enemigo.
-
En el nivel mental
estamos limitados por la razón, de modo que lo que no consideramos razonable,
lo que no entendamos, queda desechado, produciéndose una gran resistencia a
todo aquello que no pueda demostrarse o comprenderse.
-
El nivel del espíritu
tiene los límites de nuestra ignorancia, y en él se manifiestan la intuición
(que percibe las cosas fuera del nivel de la razón), la creatividad (es
necesaria para desarrollar algo nuevo), el amor universal (que manifiesta quien
entiende que formamos parte del todo y que en el todo vivimos, nos movemos y
existimos) y sabiduría (que permite expresar todos los conocimientos revestidos
de amor).
En cuanto al consumo de energía, tanto el nivel
físico como el nivel mental se esfuerzan, consumen energía y se desgastan. Sin
embargo, en el nivel del alma aumenta nuestra energía y nos fortalece.
Para pasar del nivel de la mente al nivel del alma
debemos transformar conscientemente nuestros pensamientos, liberándolos de la
materialización y de la polarización, de modo que seguiremos empleando nuestro
cuerpo y nuestra mente, pero nuestra consciencia estará observando las
experiencias desde más arriba, desde el nivel del alma.
El materialismo es la fijación del centro de
gravedad de la vida en el nivel físico, donde lo más importante es el tener,
tanto personas como cosas o experiencias.
La polarización es la comprensión limitada de la
realidad, asignando siempre valoraciones extremas, bien-mal,
correcto-incorrecto, cuando todas las realidades forman parte de un proceso
progresivo e interrelacionado de factores.
La oscuridad no existe realmente, no es lo opuesto a
la luz, es la ausencia de luz. Igualmente, la ignorancia no es lo opuesto a la
sabiduría, es ausencia de sabiduría, el odio es la ausencia de cariño y el
miedo es la ausencia de amor. Cuando comprendemos que hay conceptos que solo
sirven para comunicar la ausencia de otras cosas, podemos percibir con mucha
más claridad que desde la ausencia hasta la plenitud hay un proceso gradual en
el que todos nos encontramos en relación con todas nuestras cualidades, con
nuestros talentos, con nuestras virtudes, y cuando sentimos que hay tan grandes
diferencias entre unas personas y otras, podemos ampliar nuestra comprensión,
porque a eso que le llamamos grandes diferencias es solamente un pequeño rango
de posibilidades evolutivas que podemos alcanzar, y que obligatoria pero
voluntariamente alcanzaremos, ya que así podemos comprender que Dios ha
diseñado la realidad, como un proceso evolutivo infinito donde la Creación va
adquiriendo, de forma progresiva, voluntaria y consciente, los atributos
infinitos que podemos ir descubriendo en la fuerza creadora, es decir,
progresivamente nos vamos acercando más a Dios, nos vamos pareciendo más a
Dios. El Gran Maestro Jesús ya nos dijo que somos dioses (Biblia, Salmos 82:6 y
Evangelio según San Juan 10:34), porque teniendo los atributos que nos dio el
Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal (Biblia, Génesis 2:17), podemos trabajar
para alcanzar el privilegio de comer del Árbol de la Vida (Biblia, Génesis
3:22) y entrar en la experiencia progresiva de los atributos de Dios.
La ciencia ha demostrado que el universo tiene
muchas dimensiones, y esto nos permite aproximarnos a la comprensión de que los
seres humanos también tenemos muchas dimensiones o niveles que, en la medida de
mis siempre limitadas capacidades y a los efectos de esta publicación,
denominaré como:
-
Nivel físico.
-
Nivel mental.
-
Nivel espiritual o
del alma.
La comprensión de los diferentes niveles en los que
nos manifestamos, así como el modo en que funcionan cada uno y como se
interrelacionan entre ellos, es esencial para poder aprovechar las capacidades
que nos aporta cada uno, y no cometer el error de intentar emplear una
capacidad desde el nivel que no le corresponde. Por ejemplo, si intentamos
desarrollar nuestros conocimientos como entrenadores solo a través del
ejercicio físico, es evidente que aumentaremos nuestra fuerza, resistencia,
flexibilidad, velocidad, etc., pero no habremos aprendido los conceptos que se
necesitan conocer para poder diseñar un plan de entrenamiento eficiente.
Igualmente ocurre al contrario, ya que si estudiamos muchos libros sobre
preparación física, no nos pondremos ni más fuertes, ni resistentes, ni
flexibles, ni veloces. Del mismo modo ocurre cuando intentamos desarrollar las
cualidades del alma desde el nivel del cuerpo, practicamos yoga, ayuno,
retiros… y acumulamos experiencias que pueden ejercitar el cuerpo, pero que no
tienen necesariamente por qué desarrollar ninguna cualidad del alma. Cuando
intentamos desarrollar las cualidades del alma a través del nivel de la mente,
acumulamos información, conocimiento, que tampoco tienen por qué desarrollar
necesariamente ninguna cualidad de alma. En este momento es posible que puedas
pensar que te estoy tendiendo una trampa, porque puede parecer que no hay
ningún camino que nos pueda llevar a la espiritualidad, pero te pido un poco de
paciencia para que me des la oportunidad de poder aclarar esto de un modo útil.
Si queremos construir una casa nueva, es necesario derribar la anterior y
retirar los escombros. Esto es lo que he intentado hacer explicando que ni en
el nivel del cuerpo ni en el nivel de la mente se desarrolla el alma, pero sí
que se expresa, ya que determina totalmente el funcionamiento de los niveles
inferiores.
El ego (niveles físico y mental) es dualista, pero
el alma no, ya que desde el nivel del alma se comprenden progresivamente los
infinitos matices de la realidad, por lo que según evoluciona el alma, la
comprensión de la realidad es cada vez más profunda. Si somos capaces de
elevarnos al nivel del alma, nuestros procesos internos y nuestra percepción
cambiarán drásticamente, independientemente de cómo sea la realidad externa,
porque cuanto más nos elevamos en la comprensión de la realidad, esta realidad nos
afecta negativamente cada vez en menor grado, hasta que llega un punto en el
que ya no afecta en absoluto.
Del mismo modo que las emociones son procesos
automáticos que genera nuestro nivel físico (e-moción, energía de movimiento),
los sentimientos son procesos que genera nuestro nivel mental, (procesos
senti-mentales), y cuando somos capaces de despertar nuestra conciencia,
podremos controlar progresivamente cada vez más las consecuencias de estas
emociones y de estos sentimientos, porque la reactividad, las respuestas
automáticas, podrán controlarse cada vez mejor, y cada una de nuestras
respuestas conscientes nos aportará muchas más enseñanzas que realimentarán el
proceso, logrando que se produzca una evolución cada vez más acelerada. Si se
observa la evolución de la humanidad, podremos comprobar perfectamente esta
aceleración a la que me estoy refiriendo, y más especialmente en las últimas
décadas.
La información que conseguimos transformar en
sabiduría es aquella que se escucha, que se ve, que se aprende, pero que
posteriormente:
-
Se medita y se
analiza.
-
Se verifica que
genera en nosotros y en los demás paz interior, amor universal y felicidad
profunda.
-
Se interrelaciona con
los conocimientos previos, teniendo la valentía de desechar la información
antigua y equivocada, siempre basada en creencias falsas o en verificaciones
mal realizadas.
-
Se estructura, para poder
comprenderla y expresarla con mayor exactitud.
-
Se convierte en parte
de nuestra realidad, en parte de nuestro ser.
Podríamos decir que el sufrimiento es la
consecuencia, la lección de vida que nos da una mente sin entrenamiento, sin
aprendizaje, sin evolución suficiente, una mente mal gestionada por nuestra
alma. Cuando entendemos esto podemos agradecer todo el sufrimiento, porque lo
ha puesto Dios en nuestra vida para impulsarnos en nuestro camino de evolución.
La metáfora de los dos lobos que viven en nuestro
interior, uno de luz y amor, el otro de oscuridad y miedo. Ambos están en una
lucha constante. ¿Cuál de los dos ganará ese combate? El que cada uno de
nosotros alimentemos.
Todas las almas recibimos pensamientos que acabamos
definiendo como buenos o malos, convenientes o inconvenientes, correctos o
incorrectos. Estos pensamientos formarán parte de la realidad de nuestra mente
en el momento en el que les prestamos atención ya que, donde ponemos atención,
entregamos energía, damos vida. Si tenemos pensamientos de desesperanza, de
odio, de sufrimiento, de miedo, y les prestamos atención, nuestra vida se
impregnará de las energías de estos pensamientos, cada vez atraeremos más pensamientos
del mismo tipo y nuestra realidad será percibida por nosotros en base a esta
vibración, cada vez más baja, que vamos generando. Pero si tenemos estos mismos
pensamientos y conscientemente los rechazamos y los sustituimos por otros
pensamientos diferentes, de esperanza, de cariño, de felicidad, de amor, hemos
aprovechado los pensamientos que nos han llegado inicialmente para tomar
consciencia de ellos y para desarrollar una elección creativa del modo en que
deseamos observar la realidad, elevando nuestra vibración y atrayendo
vibraciones similares, lo que permitirá que nuestras experiencias sean
totalmente diferentes en un caso o en otro. Por tanto, podemos observar la gran
importancia que tiene desarrollar nuestra consciencia para que nuestra mente
sea una fortaleza inexpugnable que no permita pasar el más mínimo pensamiento
negativo, por mucho que llamen a la puerta, porque todo en el universo
evoluciona, y las peores situaciones hacen como el estiércol, que ayuda a
florecer con mayor fortaleza las semillas que hemos plantado debajo de él.
Cualquier información que no se lleve a la práctica,
no sirve de nada en nuestra evolución, es teoría vacía, creencia sin
verificación, prejuicio limitante. Y para poder integrar en nosotros cualquier
información es necesario:
-
El estudio, la
comprensión y repetición de la información para poderla fijar, expresar con
palabras y poner en práctica cuando sea oportuno.
-
La comparación con la
información previa propia sin prejuicios.
-
La verificación a
través de la puesta en práctica.
-
La elección
consciente de la información que consideramos más correcta y que funciona.
La repetición es esencial en todo proceso de
transformación. La lluvia cae cuando se acumulan las nubes, las olas crecen
cuando se acumulan las corrientes, los deportistas aumentan su rendimiento al
repetir una y otra vez los movimientos técnicos y los ejercicios, las personas
cultas repiten la información que estudian para comprenderla cada vez de forma
más profunda y fijarla en su memoria, y las personas espirituales repiten sus
propósitos del alma de paz interior, amor universal y felicidad profunda en sus
tres niveles de expresión de la vida, cuerpo, mente y espíritu, y se
manifiestan en cada uno de sus pensamientos, sentimientos y actos. En resumen,
solo la repetición consciente y eficiente permite evolucionar y alcanzar la
maestría.
Un pensamiento correcto es aquél que cumple dos
requisitos:
-
Está bien construido
de acuerdo con la lógica y a la razón.
-
Aporta paz.
Todo lo que ocurre se ajusta a las Leyes
Universales, las Leyes que ha dispuesto Dios en la Creación.
Otras referencias:
Qué es el cerebro reptiliano:
partes y funciones
Mesencéfalo: qué es, partes y
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El modelo de los 3 cerebros:
reptiliano, límbico y neocórtex
Las 3 partes de nuestro cerebro
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