La Terapia del Perdón. El camino interno del descubrimiento
You can translate this web with Google Crome
Análisis y
conclusiones personales extraídas del vídeo público “La oración, tu conexión
divina con Dios. Mario Alonso Puig” https://youtu.be/pLrlCmnhBto
Autor de este
análisis: Vicente Lumbreras
E-mail: vicentelumbrerasm@gmail.com
Fecha: 06/01/2025
Título de la
publicación donde está previsto incorporar estos contenidos:
Perdonarnos, perdonar
y pedir perdón
El camino para sentir
paz interior, expresar amor universal y experimentar felicidad profunda
Nota:
este texto está desarrollado de acuerdo con los contenidos sugeridos según se
analizaba el vídeo de referencia y NO constituye un resumen del mismo.
La oración es la conexión con una
energía infinitamente poderosa, sabia y bondadosa, que no se dedica a
recordarnos nuestros errores y juzgarnos por ellos, sino que nos ayuda a
superarlos por nuestros propios méritos a través de los procesos internos y
externos que se desarrollan en nuestra experiencia del devenir de la vida.
Muchas personas hemos podido
comprobar que, en las situaciones más desesperadas, una oración, una
conversación con la chispa de Dios que habita en nuestro interior, nos da las
respuestas que necesitamos, nos aporta ideas, nos surgen oportunidades, que
siempre tenemos la libertad de poder aprovechar, ignorar o despreciar y, de
acuerdo con nuestra respuesta, la conversación se mantendrá o quedará oculta,
latente en nuestro interior, esperando pacientemente a que la volvamos a
despertar. Nuestro compromiso con Dios, con la vida, con nuestro destino,
produce una respuesta coherente hacia nosotros.
Esta apertura en forma de
confianza en la voluntad de Dios no necesita de palabras ni rituales, es un
proceso interno, donde se expresa nuestra determinación y compromiso a aceptar
las experiencias de la vida en toda su dimensión a través de nuestros
pensamientos y sentimientos.
La transformación del mundo es la
respuesta, la consecuencia de nuestra propia transformación, una transformación
que nos permite percibir de otra manera, comprender de otra manera, y
expresarnos, en lo interno y en lo externo, también de otra manera.
Es muy importante mantener una
actitud de búsqueda de la verdad sin intenciones de culpa, venganza ni castigo,
con la finalidad de buscar soluciones y resultados.
Da la impresión de que el nivel de
consciencia general de la humanidad se está elevando. Es fácil de comprender,
puesto que el acceso a la información es infinitamente mayor, y todas las
personas buscadoras de la verdad tienen muchas más posibilidades que antes.
Pero este acceso a la información no garantiza la sabiduría, puesto que ésta se
desarrolla en nuestro interior, al comprender, poner en práctica e integrar
nuevas formas de comprensión de la realidad que nos permiten concretar nuestra
evolución de un modo claro y objetivo. Y aquí aparece nuestra responsabilidad
en nuestro propio proceso evolutivo y en la parte que nos puede corresponder en
relación con el colectivo de la humanidad.
Cuando comprendemos que el
bienestar de todos es el mejor modo de lograr nuestro propio bienestar,
habremos encontrado el verdadero modelo de eficiencia, pero después hay que
olvidar la parte egoísta, para poder encontrar el verdadero modelo de amor
universal, que es la respuesta natural de comprender, sentir y vivir plenamente
que todos y todo formamos parte de una unidad, la infinita unidad de la
Creación.
Hacernos conscientes de la
realidad es un proceso progresivo que nos permite ir comprendiendo la verdad,
porque la realidad es lo que es, y la verdad es lo que conocemos de lo que es,
y por eso, la realidad es inmutable, pero la verdad es un infinito camino de
descubrimiento.
Todo problema que comienza poco a
poco, no se llega a percibir hasta que sus efectos son suficientemente marcados
como para comprender la necesidad de tomar la iniciativa para resolverlo. Hay
personas que llegan a este punto por comprensión, pero la mayoría lo hacen por
saturación de sufrimiento. Sólo a partir de ese momento podremos decidirnos a
cambiar la realidad, pagando el precio que ello supone. Hay personas que
perciben esta necesidad cuando el problema todavía es pequeño, otras son
capaces de captarlo en un proceso que, a pesar de ser más avanzado, todavía
permite ser resuelto, pero lógicamente con un esfuerzo mayor que en el caso
anterior. Cuando una semilla no deseada comienza a brotar en el huerto de la
vida, al principio es pequeña y fácil de arrancar, pero si no estamos atentos,
si somos perezosos, dejamos que crezca y extienda sus raíces, esa mala hierba
se extenderá y necesitaremos multiplicar nuestro trabajo para poder arrancarla.
En cualquier caso, podemos comprender que los problemas, ya sean más sutiles o
más intensos, son el incentivo que todos necesitamos para poder realizar
cambios y mejorar nuestra vida y la Vida. Surge la motivación, el impulso hacia
el movimiento, hacia el cambio, hacia la resolución. Y como ocurre con la
semilla, vamos dando pequeños pasos que nos van permitiendo avanzar en la
dirección adecuada, consiguiendo cambios progresivos que logran, con el tiempo
y la constancia, transformaciones determinantes en el proceso de la evolución.
Hay ocasiones en las que una
pequeña señal nos permite comprender la necesidad del cambio y poner manos a la
obra, pero en otros casos, nuestra inconsciencia o nuestra terquedad nos
obligará a profundizar más y más. El nivel de saturación de sufrimiento depende
de observarlo, comprenderlo y decidir cambiar, ya sea por el método suave, por
las buenas, o como respuesta a niveles mayores de sufrimiento, por las malas.
Antes o después tendremos que decidir el camino correcto.
El bienestar y la felicidad, que
no son lo mismo, ya que se manifiestan en los diferentes niveles de
manifestación de nuestra realidad (ego y espíritu), son excelentes indicadores de que las cosas funcionan bien en
la vida.
Cuando podemos contribuir a
extender la felicidad a nuestro alrededor, los resultados satisfactorios del
entorno se multiplican. Sin embargo, cuando esta felicidad no se manifiesta,
cuando reinan la apatía, el enfrentamiento, los enfados, la desconfianza, es
evidente que el entorno no es nada agradable. El único modo en el que podemos
contribuir a cambiarlo es a través de la influencia, y no hay mejor forma de
influir que ser ejemplo, ser la aguja que guía el hilo de las demás personas
por los caminos que logran este cambio, cuando se alcanza la masa crítica que
hace que se incline la balanza hacia el lado de unas pocas personas motivadas
que logran generar una energía que arrastra a toda la gran masa pasiva,
automática e inconsciente. A todos nos gustaría que la humanidad se
transformase de un día para otro, pero eso sería la respuesta a una revolución,
y toda revolución es destructiva. La revolución es como cortar un árbol, se
logra en muy poco tiempo, y vemos claramente como se derrumba. Toda revolución
provoca cambios drásticos, dolor y miedo, y las respuestas siempre emanan del
nivel del ego. Sin embargo, si deseamos evitar la revolución y lograr la
evolución, el cambio se produce de forma sutil, poco a poco, como cuando se
planta una semilla. Nadie ve crecer el árbol, pero crece. Y ese proceso evolutivo
solo se puede lograr cuando está impregnado de amor, cuando emana del nivel del
alma.
El paso del nivel del ego al nivel
del alma se puede denominar de muchas formas, como expansión del nivel de
consciencia, espiritualización de la experiencia de la vida, comprensión
evolutiva, eclosión del amor… el nombre que le demos no tiene demasiada
importancia, solo tiene importancia el significado, ya que nos compromete a
dirigir nuestras vidas por los caminos de la Luz.
Para poder evolucionar es
imprescindible conocer las oscuridades, las limitaciones, los defectos, pero no
para combatirlos, sino para comprenderlos y transformarlos de forma consciente
y suave, que es el mejor modo de conseguir resultados duraderos.
Solo se puede lograr una
transformación positiva cuando dejamos de centrarnos en los problemas y ponemos
nuestro foco de atención en las soluciones.
La percepción de las cosas, del
mundo, de la vida, cambia totalmente cuando profundizamos en la comprensión de
la verdad, y eso solo se puede conseguir por medio del aprendizaje y de la
investigación. Cuando nos quedamos en la parte superficial es evidente que la
comprensión es necesariamente limitada, y por mucho que profundicemos en
cualquier tema, nunca alcanzaremos la sabiduría absoluta, siempre se podrá
profundizar, investigar, aprender algo más.
En toda apariencia podemos sentir
alguna forma de rechazo. Las personas no somos perfectas y tenemos la tendencia
de dirigir nuestra atención hacia esos detalles que consideramos “defectos”, en
lugar de enfocarnos en las virtudes, esas virtudes que también todos tenemos, y
que forman parte de nuestra esencia, pero solo llegamos a ver la esencia cuando
trascendemos la apariencia.
La fe no es una expresión de la
comprensión, sino una decisión de la voluntad.
Miguel Ángel era escultor, pero le
obligaron a pintar la Capilla Sixtina. En este ejemplo podemos verificar que es
posible expresar lo mejor de nosotros en circunstancias excepcionales.
Dentro de cualquier piedra hay una
escultura oculta, solo es necesario quitar la parte que sobra. Igualmente, las
personas, todas las personas y toda la Creación, tenemos en nuestro interior la
semilla de la Divinidad, solo es necesario quitar la parte que sobra, los
errores, la ignorancia, la apariencia, es decir, evolucionar, para poder dejar dejar
que florezca y brille nuestra auténtica y verdadera esencia.
Cuando observamos la luz que
emiten los demás, nuestra luz se expande. La luz es contagiosa, y es el mejor
contagio que podemos dar y recibir.
El amor que entregamos, tanto a
nosotros como a los demás, es la condición necesaria que nos permite sanar,
tanto el cuerpo como la mente. Puede haber otras condiciones añadidas, pero sin
amor nunca se logrará la perfecta sanación, la sanación del alma, y si las
otras condiciones no se dan, quizá el cuerpo o la mente no sanen completamente,
pero el alma sí que lo hará.
Es muy fácil amar y apreciar a las
personas agradables, cariñosas, educadas, respetuosas, pero es mucho más
difícil ver en las personas del extremo opuesto a almas heridas que sufren y
que están expresando todo el dolor que vive en su interior. La ley de causa y
efecto demuestra claramente las consecuencias tan nefastas que tendrán esas
actitudes para sus propias vidas, por lo que podemos comprender que se trata de
personas ignorantes, y mostrar una respuesta hostil, de odio, de incomprensión
por nuestra parte, solo demuestra que somos tan ignorantes como ellas.
“La libertad es lo que tú haces
con lo que a ti te hacen” (Jean Paul Sartre).
La mente parlanchina es incesante
en un alma en conflicto. Sólo si desarrollamos la paz en nuestro interior
podremos calmarla.
Todas nuestras células tienen
receptores para distintos tipos de hormonas. El cortisol es la hormona del
miedo, y cuando se acopla a los linfocitos asesinos, expertos en atacar virus y
tumores, éstos pierden su fuerza, pero cuando desarrollamos la ilusión, la
confianza, cuando elevamos nuestra vibración, los niveles de cortisol bajan, y
suben los de otras hormonas que potencian la salud y el bienestar, como la
serotonina o la dopamina, lo que hace que el sistema inmune trabaje de forma
diferente. La microbiota mantiene un contacto permanente con el sistema inmune.
El 80% del sistema de defensa del cuerpo se encuentra en la pared del
intestino, que etiene una superficie equivalente a dos pistas de tenis. Cuando
una persona entra en una sensación de desesperanza, todo el sistema de defensa
queda afectado, haciéndose más vulnerable a todos los agentes que provocan
enfermedades, comenzando por la microbiota, deprimiendo el sistema parasimpático
y sobreactivando el simpático, que es el que se activa ante situaciones de
peligro, miedo o supervivencia. Una actitud positiva no garantiza la salud
perfecta, pero una actitud negativa sí garantiza una enfermedad segura. Todos
los pensamientos que nos llevan a lamentarnos del pasado y a temer por el
futuro, cargan nuestra mente y nuestro cuerpo de procesos degenerativos que
inmediatamente provocan una actitud negativa ante la vida, y en muy poco tiempo
se manifiestan en forma de enfermedades, como la depresión, la ansiedad, los
tumores o las alteraciones en el funcionamiento de diversos órganos (Dr. Mario
Alonso Puig).
El cuerpo y la mente responden a
los pensamientos y sentimientos que elegimos mantener en nuestra vida.
La observación de los pensamientos
no consiste en anularlos, sino en evitar dejarnos arrastrar por ellos.
Durante la meditación u oración
contemplativa, cuando mantenemos la atención consciente en los pensamientos,
cuando los observamos sin juzgarlos intentando no dejarnos llevar por ellos,
cada vez lo conseguiremos más rápido y durante periodos más largos. Durante
estos momentos podemos afirmar que estamos experimentando el presente de un
modo pleno.
La atención plena en cualquier
cosa, una conversación, una puesta de sol, una mirada de cariño, un abrazo,
solo se puede lograr si no hay pensamientos perturbadores que rompan la magia.
La práctica de la meditación, de la atención plena, observando los pensamientos,
nos ayuda a vivir en el aquí y en el ahora de un modo mucho más pleno.
Cuando se calma la mente, los
procesos del nivel físico relacionados con la salud y el bienestar mejoran, y
todos los procesos que nos quitan la paz se pueden observar y resolver desde un
enfoque más elevado.
Tanto el bienestar como la
felicidad son importantes, pero no debemos confundirlos, porque cada uno tiene
objetivos diferentes. El tener está vinculado al ego (niveles físico y mental),
mientras que el ser es la expresión del nivel espiritual. Es muy diferente
creer que la felicidad proviene del “tener” o que es el resultado del “ser”. El
tener colma los sentidos y nos da bienestar y comodidad. Podemos acumular
bienes materiales desde el egoísmo, desde la soledad, y eso nunca puede darnos
felicidad. El ser, sin embargo, es un proceso interno que trasciende la
individualidad, ya que se expresa en el compartir, y es el alimento del alma,
donde reside la verdadera felicidad. Esta comprensión nos permite salir del
enfoque exclusivo en el plano físico y podemos entrar en el nivel metafísico,
que es lo que realmente le da sentido a la vida.
Las mentes están interconectadas a
través del inconsciente, independientemente de la distancia. La física cuántica
demuestra la influencia instantánea que tienen entre sí las partículas atómicas
entrelazadas, aunque haya entre ellas distancias inconmensurables. Nuestros
pensamientos influyen de un modo tremendamente importante en la vibración de
todo nuestro entorno y también a distancia, de ahí la importancia de nuestros
periodos de oración, de meditación y de calma amorosa, que tienen un efecto muy
positivo y, por este mismo principio, todos nuestros pensamientos de rencor, de
odio, de miedo, etc., tienen efectos tremendamente negativos. Nuestros
pensamientos, por tanto, influyen en la realidad, tanto propia como de todo el
universo.
Toda realidad se puede observar y
percibir de muy diferentes formas, y depende de nuestra actitud, de nuestra
atención y de nuestra intención, que podamos dirigir esta observación y
percepción de un modo constructivo o destructivo, y sólo a través de la consciencia,
de la atención, seremos capaces de poder elegir, y solo a través de la
comprensión y de la voluntad podremos tomar las decisiones más correctas.
Cuando se logra que todos dirijan
la energía en la misma dirección, cuando nos centramos en lo que nos une y nos
olvidamos de lo que nos separa, cuando nos sentimos vibrando en lo que nos
conecta, lo imposible se puede convertir en posible. Es poner en marcha la
inteligencia colaborativa. El ser humano es la especie que mejor se ha adaptado
en todos los rincones del planeta precisamente por su trabajo en equipo.
Busquemos la inteligencia colaborativa en todo momento y lugar. La cooperación
sabía y amorosa es la gran solución.
Más información:
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por aportar tus comentarios. Serán publicados tras la revisión por el administrador