La familia

Comunicación realizada el 09/02/2020 (transcripción íntegra)

Contenidos:
-         El compromiso que establecemos antes de nacer.
-         El compromiso moral que se tiene con la familia.
-         La base estructural en la que se desarrolla la persona y la sociedad.
-         El amor paterno y el materno son complementarios y equivalentes.
-         Instinto biológico y cambio evolutivo.
-         El progreso social y la dificultad para los hijos de entender a sus padres.
-         La familia debe ser una prioridad en la responsabilidad.
-         La capacidad de influencia en el ámbito familiar.
-         Garantizar el libre albedrío.
-         Nuestro ejemplo amoroso.

La familia es un compromiso que establecemos antes de nacer. Es un vínculo biológico, pero también está relacionado con nuestro progreso personal y espiritual, del mismo modo que muchas otras de las vicisitudes que se producen a lo largo de la vida. Sin embargo, el compromiso moral que se tiene con la familia debe ser superior al de muchas otras cosas, porque la familia es la base estructural en la que se desarrolla la persona y la sociedad. Gracias a ella somos capaces de sobrevivir como seres humanos, de recibir el amor de nuestras madres cuando somos criaturas indefensas y, en muchos casos, también de los padres, porque ya ha llegado el tiempo en el que el amor paterno y el materno son, no solo complementarios sino, en muchos casos, llegan a ser equivalentes cuando la elevación espiritual de la pareja es suficiente como para entender la importancia fundamental del amor como norma de vida. Porque biológicamente, las madres tienen el instinto de protección de sus hijos, pero en el cambio evolutivo que está experimentando el ser humano, muchos padres en la actualidad son capaces de entender su importancia en las relaciones con los hijos.

Pero este proceso tiene un tiempo, y solo a través del progreso social, las familias alcanzan el nivel adecuado al momento histórico en que se desenvuelven, ya que la evolución es continua, permanente, y en las épocas de cambios drásticos, como es la actual, es difícil para los hijos entender los modelos que tenían sus padres. Cualquier cambio actual se produce a gran velocidad, y esto os obliga a todos los que permanecéis encarnados a entender que estamos en una época de cambio, que los seres que nacieron en el siglo XIX y anteriores tuvieron muy pocos cambios entre cada generación pero, desde el siglo XX, los cambios se han ido produciendo y acelerando, especialmente en el ámbito moral, y eso hace que trascienda a la familia de un modo fundamental.

La familia, por tanto, debe ser una prioridad en la responsabilidad de cada persona. La capacidad de influencia que tenemos en el ámbito familiar es infinitamente mayor que en otros entornos, y nuestra coherencia debe impulsarnos a transmitir nuestras vivencias, nuestros valores y nuestra forma de entender la vida a todos los miembros de nuestra familia, porque gracias a ello se creará un entorno mucho más propicio a la evolución del conjunto. Pero siempre hay que garantizar el libre albedrío, respetar las decisiones individuales de cada uno y entender que el hecho de formar parte de una familia no implica necesariamente que todos estemos en el mismo grado de comprensión. Este respeto nos permite evitar los ataques a la libertad, porque todos debemos actuar en plena libertad en nuestro proceso evolutivo, y nuestro ejemplo amoroso es, como en todos los demás casos, el único elemento que debe prevalecer en nuestras relaciones con los demás. Pero imaginaos, hermanos, que si en un grupo de personas que no tienen una gran vinculación afectiva, el amor afecta y se manifiesta de un modo tan sublime, cómo no lo hará en el caso de las familias, donde sabemos encontrar una sincronía afectiva fuera de toda duda.

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