La riqueza

Comunicación Espírita realizada el 08/02/2020 (transcripción íntegra)

 

Contenidos:

-         Sufrir con la avaricia.

-         Todo lo que tenemos es un regalo del destino.

-         El esfuerzo, el talento y la riqueza.

-         Por qué anhelamos la riqueza.

-         No es sinónimo de felicidad.

-         Qué podemos hacer con la riqueza para poder ser felices.

-         Compartir.

-         Mente, pensando a través del corazón, y corazón, sintiendo a través de la mente.

-         La vida nos ofrece oportunidades para compartir y para aprender.

-         La riqueza aumenta nuestra responsabilidad.

-         Entregar de acuerdo con nuestras posibilidades y sus necesidades.

-         La felicidad tiene su fundamento en hacer felices a los demás.

 

Todos los que decimos tener algo en la vida sufrimos con la avaricia. No entendemos que todo lo que tenemos es un regalo del destino. Hay personas que se esfuerzan una y otra vez y no consiguen riqueza. De hecho, muchas de ellas tienen justo para poder sobrevivir cada día. Sin embargo, otras personas, apenas sin esfuerzo, viven de una forma cómoda, incluso nadan en la opulencia. El esfuerzo, por tanto, no es decisivo para tener riquezas. Tampoco lo es el talento, porque hay personas con mucho talento, pero no tienen oportunidad de aprovecharlo o lo dedican a asuntos superfluos. También hay personas que, sin talento ni esfuerzo alguno, nacen en la opulencia, reciben herencias, les toca un premio… y sin tener necesariamente estas cualidades, obtienen una fortuna que puede cambiar sus vidas hacia mejor… o hacia peor. Por lo tanto, ni el esfuerzo ni el talento son decisivos para tener riqueza.

 

¿Pero por qué anhelamos la riqueza? Porque nos da capacidad para vivir más cómodamente, para hacer cosas que sin riqueza no podríamos hacer, etc. Pero también es cierto que las personas ricas, en cualquiera de sus medidas, tienen también sus problemas y sus limitaciones. Horarios de trabajo, compromisos y otras muchas razones. Por lo tanto, la riqueza no da garantía de cumplir con nuestras expectativas y esperanzas y, por lo tanto, no es sinónimo de felicidad.

 

Lo que sí es cierto es que cuando tenemos algo, cuando decimos que tenemos algo, en ese momento nos asalta el terrible miedo a perderlo. De ese modo, el amor desaparece en nuestras vidas por culpa de nuestro enfoque de la riqueza. Porque ya hemos dicho que, donde hay miedo, no puede haber amor.

 

Por tanto, ¿qué podemos hacer con la riqueza para poder ser felices y poder desarrollar el amor en todas sus manifestaciones? La respuesta es “compartir” todo lo que es razonable. Eso no quiere decir que se vaya regalando dinero por las calles, sino que, cuando el corazón y la mente nos lo indican, debemos ser generosos. Y cuando estamos en equilibrio con la mente, pensando a través del corazón, y con el corazón, sintiendo a través de la mente. En ese momento entendemos que nada de lo que tenemos es realmente nuestro, sino que forma parte de la vida. Y la vida nos lo entrega y nos ofrece oportunidades, oportunidades para compartir y oportunidades para aprender.

 

La riqueza aumenta nuestra responsabilidad porque nos da unas capacidades de las que no disponen los pobres, pero también nos dan unas determinadas limitaciones. Por tanto, seamos consecuentes con nuestra realidad y aprovechemos la vida de un modo digno, entregando a cada cual de acuerdo con nuestras posibilidades y sus necesidades. Eso es lo que haría un padre con sus hijos, y eso es lo que debemos hacer con todas las personas que nos rodean.

 

Y con esa actitud generosa nos daremos cuenta del regalo que supone la riqueza en esta vida. Porque todo lo que es realmente bueno, produce satisfacciones, y aumentan estas satisfacciones cuando se comparten con los demás. Porque la felicidad tiene su fundamento en hacer felices a los demás. Esa es la esencia del amor que debe presidir toda nuestra vida.

 

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