Las olas del mar y las gotas de lluvia

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“Nuestras oraciones son como las olas del mar o las gotas de lluvia, una sola parece que no tiene poder, pero juntas pueden con las rocas más resistentes” (mensaje 288, recibido en la oración-meditación colectiva del 04/09/2022, ver todos los mensajes)

 

Comentarios personales del transcriptor

 

Esta alegoría o parábola nos muestra…

que la unión hace la fuerza

que con las olas de nuestra energía podemos actuar en diferentes momentos y situaciones, pero

que, si nuestro objetivo es el mismo, no habrá obstáculo que se nos resista

que todo es cuestión de persistencia

que, como el agua, debemos adaptarnos a todos los obstáculos

que, como el agua, a pesar de rodear las rocas, dejamos nuestra huella en ellas

que desfallecer no es una opción, porque la naturaleza nos ha dotado de energía transformadora

que, si nos separásemos del mar, del grupo, la arena de la vida nos absorbería… pero

que, tras quedar enterradas por la arena de la vida, las olas volvemos al mar de forma renovada, filtrada y libre de suciedad

que podemos creer que nuestra contribución es pequeña, pero este pensamiento dura poco, solo tenemos que observar las grandes rocas que, juntas, hemos transformado en arena

que hay veces que el desánimo nos hace difícil la travesía, pero nuestras compañeras nos ayudan siempre y logramos llegar a la playa

que hay veces que chocamos contra los acantilados, pero nuestras lágrimas forman arcos iris y, tarde o temprano, toda roca se disuelve con nuestras caricias

que el sol de la vida nos va evaporando la energía, pero es solo una transformación que nos convierte en nubes de vida renovada

que, desde las alturas, y a pesar de no tener ya la fuerza del mar, observamos todo con mayor claridad

que en el cielo también nos unimos a otras partículas vaporosas, formando familias unidas y felices que alguien las llamó “nubes” y que, igual que cuando éramos mar, cumplimos las mismas misiones, aunque en una vibración diferente

que también aquí nos adaptamos a los obstáculos, dejando huellas en ellos, que transformamos con nuestra contribución etérea, que la separación de las demás gotas es temporal pero que el viento de la vida nos une y nos hacemos fuertes con ello, que nuestros arcos iris son mucho mayores que cuando éramos más densas en el mar, que ahora sabemos que el sol es nuestro aliado

que en nuestro transitar vaporoso aportamos sombra y cedemos paso al sol, porque todo es perfecto en la creación

que nuestro tiempo en el cielo es transitorio, y tenemos que condensarnos para seguir cumpliendo con nuestro destino

que podemos caer de nuevo a la tierra de un modo suave y tranquilo, o con fuerza y coraje, porque estamos destinadas a cumplir la Ley de Dios que rige a todo lo creado, incluso aunque la desconozcamos

que podemos caer en el mar, y unirnos enseguida a la nueva familia de las olas de la vida, o podemos caer en tierra, contribuyendo a que crezca la vida fuera del mar, ayudando a florecer las semillas y saciar las bocas sedientas, porque cada gota necesita pasar por diferentes lecciones de vida

que cada gota tiene su destino, todos diferentes, todos necesarios, y gracias a ello se cumple la Ley de Dios

que, por largo que sea el camino, tarde o temprano todas las gotas nos convertiremos en olas de nuevo, continuando el maravilloso ciclo de la vida y de la evolución

 

Y, como dijo el más grande Maestro que conozco “quien tenga oídos, que oiga”

 

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