El proceso de la muerte

Comunicación realizada el 13/04/2020 (transcripción íntegra)

Contenidos:
-         La transición entre los planos espiritual y físico.
-         El proceso del nacimiento.
-         La muerte o transición del plano físico al plano espiritual.
-         La influencia del conocimiento que se puede tener del proceso de la vida y de la muerte.
-         El elemento más determinante a la hora de realizar el proceso en paz y armonía.
-         Los testimonios de espíritus desencarnados.
-         Condiciones para que se produzca una determinada experiencia en el proceso de desencarnación.
-         Todo lo que nos pueda ocurrir se basa en la manifestación de la voluntad de Dios.
-         Las oportunidades para avanzar en el eterno proceso evolutivo y creativo del universo.
-         No pretendáis juzgar a alguien por su muerte.
-         La humildad y la atención en las experiencias de los demás.
-         Sobrellevar la desencarnación con la atención y la esperanza que nos da la fe.

Dios, en su infinita sabiduría, decidió la transición del plano espiritual al plano físico y del plano físico al plano espiritual.

El nacimiento se produce por un proceso natural, donde se realiza la composición y agregación de células hasta formar lo que entendéis por un ser vivo, pero que ya vive en el interior del seno materno desde el mismo momento de la concepción. Asimismo, la muerte o transición del plano físico al plano espiritual, consiste en la liberación del cuerpo físico y, a partir de ese momento, el resto, que es eterno, ya no necesita de ese cuerpo físico, el cual, del mismo modo que una planta marchita, se va degradando y se integra en la tierra, formando parte del ciclo vital de la naturaleza.

Y del mismo modo que se puede nacer de muchas formas, con pocos meses o con más, que hay bebés que parece que no se deciden a salir del vientre de sus madres y se demoran más, igualmente el proceso de separación puede ser igualmente muy variado, incluso mucho más, ya que existen más posibilidades que se pueden producir, desde la plácida separación del espíritu por el paso de los años, de modo que el cuerpo físico queda dormido y fallece plácidamente, a multitud de situaciones, tranquilas o violentas, suaves o cargadas de miedo. Porque el conocimiento que se puede tener del proceso de la vida y de la muerte influye mucho en cómo se transita, y la fe en la continuidad de la existencia tras la muerte es el elemento más determinante a la hora de realizar el proceso en paz y armonía. En este sentido, las enseñanzas espíritas permiten entender, como ninguna otra, la verdadera magnitud del proceso de la muerte, dado que se han producido, y se siguen produciendo, muchísimos testimonios de espíritus desencarnados, que explicaron el paso, ya sea positivo y feliz, o negativo y doloroso, cada cual de acuerdo a la voluntad y a las obras de sus vidas anteriores.

Para que se produzca una determinada experiencia en el proceso de desencarnación, porque denominarlo muerte es una forma burda de explicarlo, ya que la muerte real no existe, este proceso puede estar condicionado por muchas circunstancias, desde las experiencias, más o menos afortunadas que se hayan tenido durante la vida, a los acuerdos a los que se llegó antes de nacer, y que se solicitó morir de un determinado modo, para expiar pecados de vidas anteriores, o también para poder influir positivamente sobre personas con las que se comparte el tránsito, ya sean familiares, amigos y otras personas que puedan estar presentes durante el proceso de desencarnación.

La sabiduría de Dios es infinita y, por tanto, todo lo que nos pueda ocurrir, hay que entenderlo que se basa en la manifestación de su voluntad, y que todo constituye oportunidades que tenemos para avanzar en el eterno proceso evolutivo y creativo del universo. Tanto la alegría y la paz de las virtudes, como el dolor y la angustia de las penas, son elementos que nos dan oportunidades de crecimiento. Aprovechadlas, porque cada segundo de vuestra vida está preparado para que tengáis la oportunidad de evolucionar, incluidos, por supuesto, los procesos de los estertores de la muerte.

Por tanto, no pretendáis juzgar a alguien como bueno o como malo por haber tenido una muerte apacible o trágica. Cada caso es personal, y todo tiene su finalidad. Y, sobre todo, evitad juzgar, porque como dijo el maestro Jesús, no juzguéis si no queréis ser juzgados, pero sí aprended, que es diferente, porque las enseñanzas que podáis adquirir de las experiencias de los demás os van a permitir adelantar gracias a vuestro proceso de humildad y de atención.

Entendedlo bien, de modo que las experiencias que podáis observar de otras personas también son grandes oportunidades de aprendizaje y, del mismo modo que es importante aprender a vivir una vida digna, manteniendo la fe que nos da el Padre Eterno, igualmente tenemos la oportunidad de comprender el tránsito de desencarnación, para poder sobrellevarlo con la atención y la esperanza que nos da la fe.

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