Ofrecer respuestas útiles y amorosas. El cuento del maestro y el loco

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Comentarios personales del transcriptor del 02/11/2021

 

En nuestra experiencia espiritual es frecuente que nos encontremos con personas que nos pregunten acerca de ella. De entrada podemos sentir un rechazo a comunicarla, para evitar que nos señalen como personas “raras” o, por el contrario, podemos sentir un impulso entusiasta de explicárselo a todo el mundo[1].

 

El Gran Maestro Jesús nos enseñó que debemos ser “prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”[2], y esta prudencia me recuerda el cuento del maestro y el loco. Una vez estaba un maestro enseñando a sus discípulos, cuando apareció un loco con una camisa de fuerza puesta, que le preguntó: “maestro, ¿cómo es posible que usted y yo estemos diciendo lo mismo, pero a usted le siguen muchos alumnos y a mí me han recluido?”, a lo que el maestro respondió: “es que yo me cuido mucho de explicarle estas cosas al primero que me encuentro por la calle”.

 

Sin embargo, es cierto que todas nuestras relaciones con las demás personas y con el mundo pueden producir una influencia, y es posible que nuestras palabras puedan convertirse en “un antes y un después” en la vida de otras personas. Por tanto, mantener una reserva absoluta sobre nuestra experiencia espiritual sería “esconder la luz debajo de un almud, en lugar de ponerla sobre el candelero”[3].

 

Por tanto, se incluye aquí un modelo práctico y sencillo que poder seguir en caso de que alguien nos pregunte sobre “eso que nos pasa”, “esas cosas que leemos”, “esos grupos en los que participamos”, etc.

1.        El primer paso es que, ante cualquier pregunta o comentario, mantengamos en nuestro corazón la esencia de la Ley del Amor[4]. Si la pregunta nos resulta incómoda, podremos comprender que es una excelente oportunidad para probar nuestra paciencia y nuestra caridad para con la persona. Al fin y al cabo, lo que yo pueda sentir, solo lo puedo generar yo, y si las palabras o la actitud de los demás me permiten explorar ese aspecto escondido de mi realidad, lo que podemos hacer realmente es darles las gracias por ayudarnos en nuestro proceso de autodescubrimiento y progreso.

2.      En caso de no comprender claramente el significado de la pregunta o sospechar de la intención, podemos responder con otras preguntas que nos permitan comprender si realmente busca aprender o solo es árida curiosidad.

3.      Solo responderemos con detalle en caso de que estimemos que la intención es limpia, en caso contrario, se puede dar una respuesta del tipo “es algo complicado, no creo que te interese realmente” o “es un tema privado”. Esto es ser sencillo… y prudente.

 

En resumen, el modelo se puede expresar así:

1.        Mantener la calma en la vibración del amor.

2.      Aclarar la pregunta y las intenciones.

3.      Atender la necesidad real de la otra persona.

 

Veamos dos ejemplos:

 

Ejemplo 1. La persona curiosa:

-         ¿Qué son esas cosas que lees?

-         ¿Por qué deseas saberlo?

-         Solo por curiosidad.

-         Lo siento, es un tema privado.

 

Ejemplo 2. La persona que desea aprender:

-         ¿Qué son esas cosas que lees?

-         ¿Por qué deseas saberlo?

-         Tengo mucho interés.

-         ¿Sabes algo de estos temas? ¿De cuáles en concreto? (las preguntas redireccionan la conversación hacia la otra persona, para recabar información de lo que conoce y de su interés).

-         No sé casi nada, pero es algo que me interesa desde hace tiempo.

-         ¿Qué información conoces al respecto? (de nuevo se dirige la pregunta hacia la otra persona, de modo que se exprese todo lo posible para poder entender qué sabe y qué podemos hacer para ayudarle a que sepa más, de acuerdo a nuestras siempre limitadas capacidades).

 

[1] Ver artículo Transmitir estas enseñanzas (1). El impulso de comunicar la senda de la luz.

[2] Evangelio según San Mateo 10,16.

[3] Evangelio según San Mateo 5,14-16.

[4] Ver artículo La Ley del Amor (PDF).

 

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